De aprendiz mecánico a referente industrial
Eduardo Barreiros (1919-1992) nació en Gundiás, Ourense, en el seno de una familia campesina. Desde joven mostró un talento mecánico excepcional. Con solo 12 años dejó los estudios para trabajar como aprendiz de mecánico, dando muestras tempranas de su carácter decidido y emprendedor. Su pasión por los motores nació en la empresa familiar de autobuses fundada por su padre en 1925.
Guerra Civil: Barreiros en tiempos de conflicto
Durante la Guerra Civil española, Eduardo Barreiros fue movilizado como combatiente, encargado principalmente del transporte de artillería. Finalizado el conflicto, regresó a Orense donde inició su primer taller de reparación y transformación de motores.

Inventor autodidacta y empresario visionario
En 1947 Barreiros inventó un revolucionario sistema para transformar motores de gasolina en diésel, reduciendo significativamente el consumo de combustible. Su taller alcanzó rápidamente reconocimiento nacional tras trasladarse a Madrid en 1952, donde en pocos años transformó más de 2.300 motores. Este éxito lo impulsó a crear Barreiros Diesel en 1954.
En los años siguientes, su empresa creció vertiginosamente, fabricando motores propios, tractores como el Barreiros R350 y el 5500, y camiones robustos que llegaron a ser exportados a numerosos países. La innovadora estrategia de vender a plazos y el apoyo financiero del Banco de Vizcaya fueron clave en este proceso.
Una anécdota famosa refleja su espíritu emprendedor: cuando Barreiros presentó su camión prototipo al ejército portugués, construido con piezas recicladas, ganó inesperadamente un contrato para suministrar 300 vehículos militares. Ante la sorpresa general, él simplemente comentó: «El ingenio puede más que el dinero».



Colaboraciones estratégicas con otras marcas
Eduardo Barreiros comprendió pronto que la cooperación con marcas internacionales era crucial para la expansión y la mejora tecnológica de su empresa. Destaca especialmente su colaboración con Hanomag, empresa alemana con la que firmó acuerdos en los años 50 para fabricar tractores bajo licencia. Estos acuerdos permitieron incorporar tecnologías avanzadas que mejoraron la calidad y prestaciones de sus productos, abriendo así mercados más amplios y competitivos.
Además de Hanomag, Barreiros buscó alianzas con otras marcas extranjeras para diversificar su gama de productos y asegurar el suministro de piezas clave que no se fabricaban en España debido a las limitaciones tecnológicas y comerciales impuestas por el régimen franquista. Este enfoque permitió a Barreiros consolidarse como una marca internacionalmente reconocida.

Choques con el franquismo y acuerdo con Chrysler
Aunque la propaganda franquista lo exhibía como un símbolo del desarrollo nacional, Barreiros sufrió numerosos obstáculos impuestos por el régimen debido a que competía directamente con empresas estatales como ENASA y SEAT. Finalmente, una difícil situación financiera le llevó en 1963 a pactar con Chrysler, que inicialmente adquirió el 40% de la empresa.
Este acuerdo resolvió temporalmente los problemas financieros, pero marcó el principio del fin. Chrysler incrementó progresivamente su influencia hasta controlar el 77% en 1967. Eduardo Barreiros abandonó su propia empresa en 1969, con la condición de no competir durante cinco años en el sector automotriz.
«Me han quitado la empresa, pero jamás podrán quitarme mi pasión por el motor», afirmó Barreiros tras abandonar su compañía, mostrando su carácter indomable.

Exilio empresarial y cooperación con Cuba socialista
A pesar del duro golpe, Barreiros no abandonó sus proyectos industriales. Invirtió en diversos sectores como bodegas, minería e inmobiliaria. En 1977 fue invitado por el gobierno cubano de Fidel Castro para desarrollar una industria automotriz en la isla socialista. Allí creó la empresa DIMISA, impulsando la producción de motores diésel «Taíno» y vehículos industriales soviéticos reconvertidos.
Como anécdota, Barreiros ganó un concurso organizado por el gobierno cubano en el que competía contra motores japoneses y europeos. El desafío consistía en determinar qué motor permanecía más tiempo funcionando sin parar. El motor transformado por Barreiros no solo superó ampliamente a sus competidores, sino que impresionó tanto a las autoridades cubanas que Fidel Castro personalmente respaldó su proyecto, asegurando: «Este hombre puede hacer andar cualquier motor».
Esta etapa cubana reafirmó la capacidad de Barreiros para adaptarse y resistir adversidades. Permaneció en Cuba hasta su muerte en 1992, mostrando cómo su genio mecánico encontró oportunidades incluso lejos de su tierra natal.
Un legado industrial y social imborrable
Eduardo Barreiros generó más de 25.000 empleos directos y 100.000 indirectos en España. Su historia refleja la complejidad del desarrollo industrial franquista: talento popular e innovación, conflictos internos, dependencia del capital extranjero y el contraste ideológico de cooperar finalmente con una nación socialista como Cuba.
En definitiva, la figura de Barreiros simboliza la resistencia del ingenio nacional frente a las presiones políticas y económicas externas, dejando una huella imborrable en la historia industrial española.