El cambio climático se ha convertido en uno de los principales catalizadores de los incendios forestales en todo el mundo. El aumento de las temperaturas, la prolongación de las sequías, la reducción de la humedad del suelo y la intensificación de fenómenos meteorológicos extremos están creando condiciones cada vez más propicias para la propagación del fuego. Si a esto añadimos un par de elementos propios de nuestro país, como el abandono del medio rural y una gestión forestal suicida por parte de las Comunidades Autónomas, tendremos las condiciones perfectas para romper nuestro propio récord de hectáreas quemadas.
Impacto ambiental
Los incendios forestales tienen consecuencias devastadoras para el medio ambiente. La pérdida de biodiversidad, la degradación del suelo, la contaminación del aire y la alteración de los ciclos hidrológicos son solo algunas de las secuelas. Además, los incendios liberan grandes cantidades de dióxido de carbono, contribuyendo aún más al calentamiento global.
Los ecosistemas afectados tardan décadas en recuperarse, y en muchos casos, la regeneración natural del bosque se ve obstaculizada por la erosión del suelo. La pérdida de masa forestal reduce la capacidad de los bosques para actuar como sumideros de carbono, lo que agrava el problema climático.
Estadísticas recientes
Según datos del sistema europeo Copernicus (EFFIS), España ha registrado en 2025 un total de 406.100 hectáreas quemadas, lo que convierte este año en uno de los más devastadores del siglo XXI. Solo entre el 3 y el 18 de agosto, Galicia y Castilla y León concentraron el 85,3% de las hectáreas calcinadas.
En Galicia, la situación ha sido especialmente crítica. Ourense ha sufrido el 98,6% de la superficie quemada en la comunidad, con más de 154.000 hectáreas arrasadas, destacando el incendio de A Rúa, que ha afectado a casi 45.000 hectáreas. En total, Galicia ha superado las 156.000 hectáreas quemadas en lo que va de año.
Aunque el número de incendios contabilizados hasta el momento (5.673 siniestros en todo el país) es significativamente inferior a los de la serie histórica, en términos de superficie quemada, 2025 ha sido un año catastrófico. Un menor número de focos ha provocado una devastación mucho mayor. ¿Sorprendente? ¡En absoluto! Las decisiones tomadas por algunas CCAA en materia de política forestal, han tenido como consecuencia lógica que la ausencia de prevención y la escasez de medios de extinción a lo largo del año hayan sido factores determinantes en la virulencia y magnitud de los incendios de 2025. Estos problemas estructurales, combinados con las condiciones climáticas extremas, han creado el escenario perfecto para que los fuegos se vuelvan incontrolables. Y es que el problema no es solo el número de incendios: Es el número de ellos que no pueden ser extinguidos en su primera fase.
El tetraedro del fuego: entender para prevenir
El tetraedro del fuego es un modelo teórico que explica los cuatro elementos esenciales que deben estar presentes para que se inicie, se mantenga y se propague un fuego, incluidos los incendios forestales. El tetraedro del fuego es la evolución del antiguo triángulo del fuego al que se le ha añadido un elemento más: la reacción en cadena, que explica cómo el fuego se vuelve auto-sostenible y se propaga.
- Combustible: En un incendio forestal, este es cualquier material que pueda arder, como la vegetación seca, árboles, hojarasca, pasto y ramas. La cantidad y el tipo de combustible influyen en la intensidad y velocidad de propagación del fuego.
- Comburente: Es el agente oxidante necesario para la combustión. En la mayoría de los casos, se trata del oxígeno del aire. La presencia de suficiente oxígeno es fundamental para que el fuego se mantenga activo.
- Calor: Es la energía necesaria para liberar los vapores del combustible e iniciar la combustión. En un incendio forestal, el calor inicial puede provenir de un rayo, una chispa eléctrica o la fricción, y una vez que comienza, el propio fuego genera el calor suficiente para cambiar de estado el combustible circundante para continuar la reacción.
- Reacción en cadena: Es el proceso químico por el que el calor generado por la combustión libera suficientes radicales libres, que reaccionan con el oxígeno y el combustible, produciendo más calor y manteniendo el ciclo. Esta reacción hace que el fuego se propague de manera autónoma hasta que uno de los elementos antes citados se elimine o se agote.
Comprender el tetraedro del fuego es clave para las estrategias de extinción de incendios, ya que la eliminación de cualquiera de estos cuatro elementos (por ejemplo, con agua para enfriar, un cortafuegos para eliminar el combustible o retardantes para romper la reacción en cadena) detendrá el proceso de combustión.
Ausencia de medidas de prevención
La prevención es la herramienta más eficaz para reducir el número y la intensidad de los incendios forestales. La correcta gestión de la masa forestal, limpieza de los montes, creación y mantenimiento de cortafuegos y la promoción de especies autóctonas y resilientes al fuego son algunos aspectos fundamentales para una correcta prevención.
Otros aspectos no menos importantes son:
- La ordenación del territorio: Evitar la urbanización en zonas de alto riesgo y fomentar el uso agrícola y ganadero que mantenga el suelo controlado.
- Educación ambiental: Campañas de concienciación dirigidas a la ciudadanía, segmentadas para los visitantes y habitantes de las zonas rurales
- Utilización del pastoreo controlado y la ganadería extensiva: Una de las herramientas más eficaces y sostenibles para la prevención de incendios forestales.
- Vigilancia y detección temprana: Uso de tecnologías como satélites, drones y sensores térmicos para identificar focos de calor y conatos de incendio, antes de que se conviertan en verdaderos incendios.
Estrategias de extinción
Las estrategias de extinción deben combinar recursos humanos, tecnológicos y logísticos:
- Equipos especializados: de poco puede servir una rápida detección y una pronta respuesta sin la eficacia de unas brigadas forestales profesionales, bien entrenadas y equipadas, con capacidad para actuar en terrenos difíciles
. - Medios aéreos: Helicópteros y aviones cisterna que permitan atacar el fuego también desde el aire.
- Infraestructuras de apoyo logístico y de comunicación y aseguramiento de rutas de acceso para facilitar el trabajo de los equipos.
- Coordinación interinstitucional: Aspectos igualmente fundamentales es la colaboración y coordinación entre cuerpos de bomberos, protección civil, fuerzas armadas y autoridades locales.
Inmediatamente después de la extinción es muy importante tener ya diseñados planes de recuperación que contemplen la restauración del suelo y la biodiversidad, y los de apoyo a las comunidades afectadas.
Causas y efectos de la erosión del suelo
El principal problema es la destrucción de la cubierta vegetal. La vegetación actúa como una barrera natural. Las raíces de los árboles y plantas sujetan el suelo, y las hojas y la hojarasca amortiguan el impacto de las gotas de lluvia. Sin esta protección, el suelo queda expuesto directamente a los elementos.
Algunos de los problemas de esta destrucción de la cubierta vegetal son la compactación y sellado del suelo, con el consiguiente aumento de la escorrentía y pérdida de la capa más fértil del suelo, rica en materia orgánica y nutrientes, que es la primera en ser arrastrada con un riesgo evidente de deslizamientos de tierra sobre todo en las montañas.
Para combatir la erosión tras un incendio, se suelen aplicar diversas técnicas de restauración y control como la siembra de semillas de especies de crecimiento rápido y la construcción de barreras en las zonas de mayor pendiente, para ralentizar el flujo del agua, atrapar sedimentos y permitir que el suelo se recupere.
A largo plazo, se reforesta la zona con especies autóctonas adaptadas a las condiciones locales, ayudando a recuperar la estabilidad del ecosistema.
En resumen, la erosión del suelo es una de las consecuencias más dañinas y duraderas de un incendio forestal. Sin una gestión de emergencia, puede comprometer la regeneración natural y aumentar los riesgos para la población y las infraestructuras cercanas.
¿Por qué los incendios actuales son tan difíciles de apagar?
Los incendios forestales modernos presentan una serie de desafíos que los hacen más complejos y peligrosos.
Por una parte, el cambioclimático aumenta la temperatura media y reduce la humedad, lo que prolonga las temporadas de riesgo. Las sequías, más frecuentes y severas, reducen la disponibilidad de agua, lo que estresa a las plantas, disminuye su crecimiento y puede provocar la mortalidad masiva de árboles. Las olas de calor prolongadas dañan las hojas, alteran los procesos fisiológicos de las plantas y pueden causar la muerte de la masa vegetal. A esto se une el ya citado abandono del rural y la falta de gestión forestal lo que provoca que los montes estén llenos de vegetación más seca, más densa y más combustible.
Esta combinación de factores, sequía extrema, olas de calor prolongadas y fuertes vientos, han dado origen a un nuevo tipo de incendios, denominados de Quinta y Sexta generación de comportamiento impredecible y devastador, y que generan su propio clima, con columnas convectivas, tormentas eléctricas y de fuego y vientos erráticos.
Estos incendios no se propagan como un fuego normal. El calor es tan intenso que el fuego genera gigantescas columnas de humo y llamas, pirocúmulos, que pueden alcanzar varios kilómetros de altura, expandiéndose por radiación e ignición de gases y creando un frente incontrolable. Dentro de estas columnas, se pueden formar vientos erráticos, remolinos de fuego e incluso tormentas eléctricas que generan rayos, provocando nuevos focos de incendio lejos del frente principal.
Su velocidad de propagación y la formación de focos secundarios hacen que los métodos de extinción tradicionales (ataque directo con agua o líneas de defensa) sean ineficaces. La estrategia se limita a la contención en puntos lejanos y, sobre todo, a la evacuación de la población. A estos incendios a menudo se les llama «tormentas de fuego».
Cuando uno de estos incendios de Quinta generación se propaga a una zona habitada el problema se complica terriblemente. Los equipos de extinción deben luchar contra un fuego de comportamiento extremo en el monte mientras, simultáneamente, protegen y evacuan a la población y las estructuras en las zonas urbanas. El fuego entra en contacto directo con las personas, las viviendas y las infraestructuras esenciales (carreteras, tendido eléctrico), aumentando de forma dramática el riesgo de muertes y la destrucción de propiedades.
A todo esto, se añade la actuación de grupos de desinformación que suman a la voracidad del fuego las informaciones más sesgadas y absurdas en las redes sociales. Los bulos que con su información torticera entorpecen la actuación de los medios de extinción y generan desconfianza en la población.
Algunos bulos sobre incendios forestales recogidos en redes sociales
Mentiras, falsificaciones, patrañas, fraudes e infundios con intención evidente.
BULO: “No nos dejan limpiar el monte”
Afirmación habitualmente completada con declaraciones como que los responsables de dicha prohibición son innominados “grupos de presión”, “agendas ideológicas” o, directamente el “fanatismo climático”
RESPUESTA: No es que no “te dejen” limpiar el monte, ¡es que es obligatorio hacerlo! El artículo 48 de la Ley de Montes es claro:
Las comunidades autónomas deben elaborar planes anuales de prevención de incendios.
Y los ayuntamientos son responsables de que los propietarios cumplan esos planes, podando, desbrozando, eliminando la vegetación no deseada, limpiando cortafuegos, asegurando la presencia de puntos de abastecimiento de agua, etc. Y los propietarios son los responsables de hacerlo. Y en España el 73% de las masas forestales son de titularidad privada.
¿Y qué pasa si no lo hace? Que si después de que el ayuntamiento se lo exija no lo hace, la responsabilidad de actuar de manera subsidiaria para garantizar la limpieza vuelve al ayuntamiento, que lo hará y pasará al propietario el cargo económico correspondiente.
¿Y si el ayuntamiento carece de recursos? Pues es entonces la comunidad autónoma la que debe asumir la responsabilidad.
Y así, pasándonos la responsabilidad de unos a otros conseguiremos que todo el mundo —propietario, ayuntamiento, comunidad autónoma—tenga una excusa convincente para no limpiar el monte, consiguiendo el efecto deseado: poner al borde del desastre la salud de nuestros montes, de paso que arriesgamos con eficacia tanto la seguridad de las personas como la de sus bienes.
BULO: “¡Es que no se puede coger ni una piña!”
RESPUESTA: La Ley 43/2003 de Montes no prohíbe recoger frutos. Pero depende de que frutos. Tampoco en la playa te puedes poner sin más a “recoger” almejas. En el monte hay cosas que puedes coger libremente —las piñas abiertas que están en el suelo— y otras que tienen dueño. La recolección está permitida, pero “con sentidiño”. Algunos productos silvestres tienen dueño y algunos otros dependen de la normativa específica y hay que asegurarse de que no son especies protegidas. Incluso en los espacios como los incluidos en la Red Natura 2000 se fomenta la ganadería extensiva como herramienta de prevención frente a incendios, entre otras iniciativas.
BULO: “Todos los incendios son provocados, y muchos por intereses urbanísticos”
RESPUESTA: Aunque algunos incendios tienen origen intencionado, la gran mayoría son causados por fenómenos naturales como las descargas atmosféricas, averías de líneas o transformadores eléctricos, incidentes de máquinas agrícolas, y negligencias humanas. Durante años, la Xunta de Galicia por boca de su presidente Alberto Núñez Feijóo, ha sostenido que la mayoría de los incendios forestales son provocados de forma intencionada. Sin embargo, expertos forestales y organizaciones profesionales han criticado el sesgo de esta afirmación, y otras similares, que solo buscan justificar la nefasta gestión de la Xunta en este aspecto, argumentando que este dato no se corresponde con las estadísticas oficiales, ni con el análisis de las estadísticas del Ministerio del Interior y de la Fiscalía General del Estado, según las cuales menos del 19% de los incendios investigados tienen origen doloso.
En cuanto al argumento de que la especulación urbanística pudiera estar detrás de algunos incendios, esgrimido también por la Xunta de Galicia en el pasado, debemos aclarar que la antes citada Ley de Montes prohíbe recalificar terrenos forestales quemados durante 30 años, permitiéndolo solamente para casos excepcionales, bajo “razones imperiosas de interés público”, justificadas mediante una ley autonómica o estatal, y aplicando además medidas compensatorias como restauración ecológica o creación de zonas verdes.
Desinflada la burbuja urbanística, los creadores de bulos atacan de nuevo señalando a los parques eólicos o aprovechamientos fotovoltaicos como beneficiarios de esta actividad. La respuesta es la misma completada con el dato de que estas instalaciones no necesitan quemar el monte para su implantación.
BULO: “Hay una actividad de terrorismo incendiario en España”
RESPUESTA: Alberto Núñez Feijóo, ataca de nuevo. Ya no son la mayoría. Ya disponemos de una cifra concreta, cosa que siempre impresiona más. Aunque como don Alberto ha estudiado poco y mal, y las matemáticas no son su fuerte —ni el mentir con habilidad tampoco— ha sostenido que el 80% de los incendios forestales son provocados de forma intencionada. A estas alturas de curso político ya debería saber que una estadística que merezca tal nombre nunca es un número redondo, y que 81,23% «vende» mucha más credibilidad que un «ochenta pelado» aunque los dos datos sean igual de falsos. Tan falsos y tan frutos de su ignorancia como la afirmación que hace acerca de la existencia de “una actividad de terrorismo incendiario”, de la cual no aporta más información, dejando a la desbocada imaginación del oyente atribuir dicha actividad a un irredento grupo de perroflautas, bolivarianos de salón, guevaristas de camiseta y demás progres de moqueta, financiado, por supuesto por el comunista Putin. Con la colaboración de los malvados trabajadores forestales para asegurar su puesto de trabajo y algún «mena» despistado que no tenía cosa mejor que hacer.
BULO: “Los ecologistas están en contra de las quemas”
RESPUESTA: Las organizaciones ecologistas en general y el PCE en particular estamos en contra de las quemas incontroladas… y a favor del uso del fuego como herramienta de prevención, para reducir la «carga de fuego» de los montes, es decir la magnitud del riesgo que presenta un sector de incendio; técnica ancestral que, bien aplicada, puede ser muy eficaz para reducir la vegetación acumulada necesaria para alimentar los incendios más destructivos en su fase inicial.
El problema es que lo que se conoce como quema controlada, exige que el fuego se aplique de forma planificada y segura. El fuego es una herramienta muy peligrosa que no se puede dejar en manos de cualquiera ni ser empleada en cualquier momento, porque las condiciones meteorológicas cada vez más extremas debidas al cambio climático, hacen que la ventana meteorológica para efectuar esta quema controlada sea cada vez más reducida. En consecuencia, cada vez se hace más necesaria la búsqueda y puesta en marcha de alternativas al uso del fuego para reducir la «carga de fuego» presente en nuestros bosques.
Y antes de que se me olvide: las autorizaciones para las quemas las dan las administraciones, no los ecologistas.
BULO: “El exceso de conservacionismo provoca incendios»
RESPUESTA: No existe “exceso de conservacionismo”. Una cosa es un monte natural y otra muy distinta un monte abandonado. La proliferación de matorral, la acumulación de combustible vegetal, el abandono de aprovechamientos tradicionales, provoca mayor riesgo de incendios. Conservación es justo lo contrario de abandono. Significa estudiar, planificar y actuar estratégicamente dónde intervenir, y dónde dejar que la naturaleza haga su trabajo, coordinando las estrategias de planificación forestal y de emergencia que garantice la conservación de la biodiversidad y la seguridad de la población.
Una propuesta radical
El problema de los incendios forestales nunca tendrá una solución correcta sin una estrategia integral que invierta la tendencia a la despoblación del medio rural en una acción de gobierno que combine políticas públicas, incentivos económicos, innovación social y participación comunitaria.
Para ello es indispensable un cambio total de paradigma del modelo del desarrollismo franquista de abandono del campo para ir a ganar el sustento a las fábricas de las periferias de las grandes ciudades, a un retorno a esa España vaciada, pletórica de posibilidades no desarrolladas.
El desarrollo de nuestra propuesta exige un espacio del que no disponemos en este artículo, pero mencionaremos brevemente algunas de las actuaciones propuestas en cada uno de los campos de actuación.
1. Infraestructuras
- Acceso de toda la población al agua potable y saneamiento.
- Electrificación rural, preferiblemente con energías alternativas.
- Internet y telefonía móvil.
- Caminos, puentes y medios de transporte comunitarios incluyendo la apuesta decidida por el ferrocarril como soporte principal de la movilidad.
2. Educación y capacitación
- Escuelas rurales bien equipadas y con docentes capacitados.
- Programas de alfabetización digital y formación técnica.
- Educación adaptada al contexto en cuanto idioma, cultura y economía.
- Incentivos para que los jóvenes permanezcan en sus comunidades.
3. Salud y bienestar
- Centros de salud accesibles con personal médico y medicamentos.
- Programas de prevención (vacunación, nutrición, salud mental).
- Formación de promotores de salud comunitarios.
- Telemedicina para zonas remotas.
4. Desarrollo económico
- Apoyo a la agricultura sostenible.
- Banca rural pública.
- Fomento de cooperativas y asociaciones de producción.
- Promoción de productos locales y acceso a mercados.
5. Gobernanza y participación
- Fortalecimiento de organizaciones comunitarias.
- Participación activa en la toma de decisiones locales.
- Transparencia en la gestión de recursos públicos.
6. Medio ambiente
- Protección de recursos naturales.
- Educación ambiental y gestión comunitaria del territorio.
- Adaptación al cambio climático en cultivos, y gestión del agua.
- Prevención de desastres naturales y planes de emergencia.
7. Cultura y cohesión social
- Promoción de la identidad cultural y de las tradiciones locales.
- Espacios comunitarios para el encuentro y recreo.
- Fortalecimiento del tejido social.
- Programas de inclusión de minorías y grupos vulnerables.
Fuente: Mundo Obrero