Voluntarios mexicanos pasaron por Albacete para unirse a las Brigadas Internacionales. Su lucha antifascista fue ejemplo de internacionalismo obrero.
De México a la guerra por la libertad
En los años más oscuros del siglo XX, cuando el fascismo se extendía por Europa y la República Española luchaba por sobrevivir, un pequeño grupo de hombres cruzó el Atlántico para defender con las armas una causa que no era solo española, sino universal. Eran mexicanos, obreros, militantes, artistas y campesinos que decidieron dejarlo todo para luchar contra el fascismo.
No venían en nombre del Estado mexicano, aunque el gobierno de Lázaro Cárdenas fue uno de los pocos que reconoció y apoyó sin ambigüedades a la República. Venían como voluntarios internacionalistas, como hijos del pueblo que veían en la lucha del pueblo español una prolongación de sus propias luchas contra el latifundio, el clero reaccionario y la oligarquía.
Albacete: capital del antifascismo internacional
Al llegar a Europa, el primer destino de los combatientes mexicanos fue Albacete, designada en otoño de 1936 como base central de las Brigadas Internacionales. Allí se establecieron los cuarteles, hospitales, centros logísticos y campos de entrenamiento que formarían a más de 35.000 brigadistas llegados de todo el mundo.
Entre ellos estaban los combatientes de la futura Brigada Internacionalista Benito Juárez, que compartirían filas con italianos de la Garibaldi, franceses de la Commune de Paris, alemanes de la Thälmann, norteamericanos de la Abraham Lincoln y españoles del Quinto Regimiento. En Albacete se forjaban camaraderías que cruzaban idiomas, banderas y continentes.
La Brigada Benito Juárez: nombre y legado
Nombrarse “Benito Juárez” en el frente español no era gratuito. Era una declaración política de quienes veían en el presidente indígena mexicano un símbolo de soberanía popular, republicanismo radical y resistencia antifascista. Juárez había derrotado a los conservadores y expulsado a los invasores franceses. Hacerlo bandera en España significaba seguir la misma senda.
Los combatientes mexicanos se integraron en distintas unidades del Ejército Popular de la República, pero dejaron huella como agrupación reconocible. Muchos combatieron en batallas decisivas como Teruel, el Ebro o la defensa de Madrid. Algunos, como Roberto Vega González, serían capturados y encerrados en cárceles franquistas. Otros murieron sin dejar nombre, pero dejando semillas de dignidad en la tierra que defendieron.
De Albacete al frente… y a la historia
Combatientes como Juan Miguel de Mora, que sobrevivió a la guerra y vivió hasta nuestros días para contarla, recordaron siempre su paso por Albacete como el inicio de una experiencia transformadora. Allí se formaban militarmente, sí, pero también se hermanaban con el mundo: el internacionalismo era una práctica diaria y concreta.
Hoy, la historia de estos voluntarios sigue apenas mencionada en los libros escolares, y casi olvidada en la historia oficial. Pero desde Albacete, capital internacionalista, reclamamos su memoria como parte de nuestra propia historia popular.
La canción que les recuerda
Décadas más tarde, el grupo Ojito Pestaña recuperó esa historia silenciada en su tema “Brigada Juárez”. En él se nombra a algunos de los comandantes y se canta, con rabia y ternura, la entrega de esos milicianos mexicanos:
“Fueron dos pueblos hermanos
Contra el fascismo lucharon
Nunca serán olvidados
Por ti sangre derramaron”
Más que una canción, es un homenaje. Y también una advertencia: olvidar es rendirse.
Memoria viva contra el fascismo
Desde lavanzada.es, reivindicamos que la historia de la Brigada Juárez no es solo un capítulo del pasado, sino una inspiración para el presente. Su ejemplo nos recuerda que la solidaridad entre pueblos no conoce fronteras, y que luchar por la justicia en cualquier lugar es hacerlo también por nuestra propia dignidad.
En tiempos de discursos de odio, desmemoria y desigualdad, recordar a quienes vinieron a darlo todo por una causa que no era la suya —y a la vez lo era— nos reconcilia con lo mejor del ser humano. Porque frente al egoísmo, está la entrega. Frente al olvido, la memoria. Y frente al miedo, la fraternidad.
Albacete fue punto de partida de esa hermandad entre pueblos, y desde aquí seguimos diciendo: nunca olvidar, siempre honrar.