Este miércoles, la Asamblea Nacional votó a favor de la moción de censura impulsada por el Nuevo Frente Popular (NFP), logrando 331 votos a favor, muy por encima de los 289 necesarios, y obligando a la dimisión del Primer Ministro derechista Michel Barnier.
La moción, respaldada tanto por los partidos progresistas como por formaciones de extrema derecha, se presentó como respuesta a la aprobación por decreto de la controvertida ley sobre el presupuesto de la Seguridad Social. Este procedimiento, percibido como autoritario por gran parte de los diputados, terminó por erosionar el apoyo a Barnier dentro de una Asamblea fragmentada y con pocas posibilidades de consenso.
“Es la política de Macron la que ha perdido”, declaró Mathilde Panot, presidenta de La Francia Insumisa, tras la votación. La diputada añadió que la única solución viable es “convocar elecciones presidenciales”. André Chassaigne, del PCF, ha declarado que «debe haber un Primer Ministro de izquierdas».
Barnier, por su parte, defendió hasta el último momento las medidas que impulsó como necesarias para abordar la creciente deuda pública. En una entrevista televisiva previa a la votación, alertó de los riesgos económicos de la inestabilidad política, mencionando un posible impacto en los mercados y un deterioro en la prima de riesgo francesa.
Con la caída de su primer ministro, todas las miradas se dirigen ahora hacia Emmanuel Macron, quien debe designar a un nuevo jefe de Gobierno en un contexto de fuerte presión política. Desde las elecciones legislativas anticipadas de junio, el país atraviesa un periodo de parálisis institucional agravado por las crecientes demandas de dimisión del propio presidente.
“Mi prioridad es la estabilidad”, aseguró Macron durante una visita a Arabia Saudí esta semana. Sin embargo, figuras destacadas de la oposición, tanto de izquierda como de extrema derecha, sugieren que su renuncia podría ser la única salida para desbloquear la situación.
La decisión del partido de Marine Le Pen de apoyar la moción de censura también ha sido interpretada como un movimiento estratégico de cara a las próximas elecciones presidenciales. Mientras tanto, los votantes conservadores y moderados observan con preocupación la creciente inestabilidad política.
Francia se encuentra ahora en una encrucijada política, con un Parlamento fragmentado, un Ejecutivo debilitado y un horizonte electoral incierto. La caída de Michel Barnier, el primer ministro censurado desde Georges Pompidou en 1962, marca un momento histórico y abre un nuevo capítulo en la política francesa, cuyo desenlace es aún impredecible.
Fuente: Mundo Obrero