En el corazón de La Manchuela albaceteña, el pequeño pueblo de Villamalea guarda una de las experiencias más singulares y longevas del cooperativismo rural español. La Cooperativa Robert Owen, hoy dedicada a la panadería y pastelería de proximidad, nació en plena dictadura franquista como un economato popular impulsado por el núcleo local del Partido Comunista de España (PCE).
Su objetivo inicial era claro: crear una red de consumo colectivo que ofreciera alimentos básicos a precios justos para las familias trabajadoras. Gracias a la colaboración de la Cooperativa de Crédito Caja Rural de Villamalea —surgida a su vez de la iniciativa de la histórica Cooperativa Agraria San Antonio Abad—, el proyecto echó a andar con el respaldo financiero y logístico necesario. La Caja no solo financiaba actividades agrícolas: también apoyaba proyectos sociales, culturales y de resistencia, como la Robert Owen, la biblioteca o el club de teatro local.
Durante los años 70, la cooperativa fue mucho más que un espacio de venta: se convirtió en símbolo de resistencia económica, social y cultural en un contexto donde disentir podía suponer represión. Organizó colectas, repartos solidarios de pan durante huelgas y sirvió como punto de encuentro de una comunidad que apostaba por transformar su entorno desde lo cotidiano. Un hito histórico fue la primera manifestación campesina legal en Castilla-La Mancha, que en 1976 terminó frente a su puerta.

Del declive al renacimiento cooperativo
El paso del tiempo y la falta de inversión durante años llevaron a la Robert Owen a una situación crítica. La obsolescencia de su maquinaria, la falta de diversificación en sus productos y una gestión alejada de los principios de participación activa la condujeron a un deterioro económico que a punto estuvo de provocar su cierre definitivo.
Las causas del declive no fueron únicas en Villamalea: la implantación de valores neoliberales como el individualismo, la competencia desleal de grandes cadenas comerciales y la falta de formación cooperativista interna fueron factores comunes en muchas experiencias similares de la España rural.
Pero la Robert Owen tuvo una segunda oportunidad. En 2021, un grupo de socios y socias —consciente del valor histórico, social y económico de su cooperativa— organizó una campaña de aportaciones voluntarias. Esa movilización colectiva sirvió de aval para que la Caja Rural de Villamalea concediera un préstamo destinado a modernizar las instalaciones y renovar la maquinaria.

Autogestión y producción local
Hoy, la Robert Owen ha duplicado su plantilla: de tres personas han pasado a siete empleos directos. La estructura interna se basa en una Junta Rectora de cinco miembros, mientras que las decisiones diarias son autogestionadas por los propios socios y socias trabajadoras. Además, más de 250 socios consumidores activos tienen voz y voto en las asambleas y participan en la toma de decisiones estratégicas.

El modelo combina producción artesanal con compromiso social. Entre sus productos más demandados destacan las empanadillas (especialmente las de pisto), las magdalenas, las tortas saladas, los bollos de mosto en otoño y los tradicionales hornazos en febrero. Durante la Navidad, sus panettones y turrones tienen una gran aceptación.
La cooperativa prioriza siempre que puede el abastecimiento de materias primas locales, trabajando con proveedores de la zona y colaborando con proyectos afines de la Economía Social y Solidaria, como REAS Castilla-La Mancha, la cooperativa ecológica de La Recueja, productores de miel de Alpera o queseros de Minaya y Villamalea.

Retos y futuro: más que una panadería
El gran reto ahora es consolidar la sostenibilidad económica para dar el siguiente paso: ampliar la participación social y reforzar la dimensión educativa del proyecto. La cooperativa trabaja en la creación de una nueva página web y proyecta realizar unas jornadas conmemorativas por su 55 aniversario, recuperando su historia y acercándola a las nuevas generaciones.
La Cooperativa Robert Owen sigue siendo mucho más que un negocio. Es un espacio de memoria colectiva, resistencia social y esperanza económica en un contexto donde el cooperativismo vuelve a demostrar que otra forma de hacer economía es posible. En tiempos de crisis ecológica, económica y social, su historia cobra una vigencia renovada: un ejemplo de que la unión, la solidaridad y la autogestión siguen siendo herramientas válidas para construir futuro desde lo local.

