La fragmentación de Siria tras más de una década de conflicto no sólo marca un revés para la soberanía de este país, sino también para el equilibrio en Oriente Próximo. Las fuerzas externas han desempeñado un papel decisivo en este desenlace, exacerbando las tensiones regionales y facilitando intereses alineados con potencias occidentales y el proyecto de «Gran Israel». Este último avanza con apoyo tácito de monarquías del Golfo y actores como Turquía, en detrimento de la resistencia palestina y otras minorías.
La caída de Siria, promovida por alianzas internacionales que buscan desmantelar cualquier desafío al orden hegemónico occidental, ha dejado al país en una situación de vulnerabilidad extrema. Grupos terroristas, respaldados y armados por distintas potencias, han actuado como herramientas de desestabilización. Mientras tanto, Israel consolida su control sobre los Altos del Golán y refuerza su posición como actor clave en la región, con miras a expandir su influencia.
El costo humano ha sido devastador. Millones de desplazados, destrucción de infraestructuras esenciales y un bloqueo económico sostenido han llevado a la población siria a una crisis humanitaria sin precedentes. Este escenario no solo afecta a Siria, sino que repercute directamente en Palestina y en otros países de la región, debilitando la resistencia contra la ocupación y allanando el camino para proyectos geopolíticos que favorecen la fragmentación.
Globalmente, la situación en Siria está vinculada a tensiones mayores que abarcan desde los equilibrios en la alianza de los BRICS hasta las maniobras militares estadounidenses en el Mar de China y Taiwán. La lucha por la hegemonía global se juega en varios tableros simultáneos, con Oriente Medio como uno de los más críticos.
Ante este panorama, es imprescindible reconocer que la estabilidad mundial no puede depender de un sistema unipolar que prioriza intereses geoestratégicos sobre el bienestar de los pueblos. Es urgente avanzar hacia un mundo multipolar que fomente el diálogo, respete las soberanías nacionales y garantice los derechos humanos como base fundamental para construir la paz. Oriente Medio necesita soluciones políticas integrales, no más intervenciones que perpetúan el sufrimiento.
Hoy es más necesario que nunca trabajar por el fortalecimiento del movimiento internacional por la paz. La multiplicación de guerras y tensiones a nivel global, que suponen dolor y sufrimiento para cientos de miles de personas, así lo requiere. La paz no puede ser un concepto abstracto ni una aspiración relegada al discurso político. La paz no puede ser una utopía, sino un compromiso colectivo y global que debe traducirse en acciones concretas que promuevan el diálogo, la reconstrucción y la justicia para las víctimas de los conflictos.
Fuente: Mundo Obrero