La anulación de las elecciones presidenciales en Rumanía ha desatado una tormenta política y social. La Corte Constitucional, respaldada por informes desclasificados de los servicios de inteligencia, ha invalidado los comicios alegando una presunta intervención rusa en apoyo a Calin Georgescu, el candidato que lideraba la carrera hacia la presidencia. Esta decisión, calificada por algunos como «histórica» y por otros como un «golpe», reconfigura el panorama político y podría profundizar la polarización en el país.
El informe asegura que Georgescu, exmiembro del partido de extrema derecha Alianza para la Unión de los Rumanos (AUR) y crítico con la OTAN y la Unión Europea, habría recibido apoyo financiero y mediático extranjero no declarado. Estas acusaciones se suman a la polémica por la amplificación de narrativas antioccidentales en redes como TikTok, señaladas como instrumentos clave en su campaña.
El presidente saliente, Klaus Iohannis, defensor del euroatlanticismo, ha respaldado la anulación. Según Iohannis, la decisión garantiza que Rumanía siga siendo un socio confiable de la OTAN y la Unión Europea. Sin embargo, la anulación beneficia directamente al primer ministro socialdemócrata Marcel Ciolacu, quien había quedado fuera de la segunda vuelta y ve ahora una nueva oportunidad de competir por la presidencia.
Por su parte, la candidata liberal Elena Lasconi, también afectada por la reconfiguración electoral, ha cuestionado la medida, temiendo que los bloques mayoritarios —socialdemócratas, conservadores y liberales— refuercen su coalición para cerrar el paso a la extrema derecha.
La extrema derecha rumana, que ya había ganado terreno con figuras como Diana Sosoaca y el líder del AUR, George Simion, podría capitalizar el descontento popular. Simion ha denunciado lo ocurrido como un «golpe» y ha llamado a canalizar la indignación en las urnas, anticipando un probable refuerzo del voto antisistema.
Mientras tanto, la comunidad internacional observa con cautela los eventos en Rumanía, conscientes de que la decisión judicial sienta un precedente delicado en la región. La anulación, lejos de resolver las tensiones, podría amplificar el descontento social y reavivar la fractura política entre las fuerzas prooccidentales y las alineadas con posturas nacionalistas y populistas.
Con unas nuevas elecciones en el horizonte y un clima de incertidumbre reinante, Rumanía enfrenta uno de los momentos más críticos de su historia reciente, con profundas implicaciones para su futuro político.
Fuente: Mundo Obrero