1937. Ante la inminente caída de la ciudad de Málaga bajo las tropas de Queipo de Llano, el pueblo trabajador huye en dirección a Almería, todavía en territorio republicano. Es una columna humana que desborda las carreteras, compuesta mayoritariamente por niños, mujeres y ancianos. Saben que las amenazas que los fascistas han propagado por la radio se cumplirán. Han oído que ya ha ocurrido en otros pueblos y ciudades. Horror, angustia y miedo. Desde los primeros días la aviación italiana y alemana los bombardea desde el cielo, mientras que los buques de guerra de Franco lo hacen desde el mar. En febrero, pocas semanas más tarde la Legión Cóndor bombardeará Albacete, un prolegómeno de Gernika. La Desbandá. Así es apellidada por la historia esa abigarrada tromba de personas que, con desconcierto y desolación, llevando con ellos lo primero que tienen a mano, pronto se convierten en una fila alborotada de hormigas. Un blanco demasiado fácil para los barcos que bordean la costa y los aviones que sobrevuelan.
Se refugian por el día, en cuevas, bajo rocas, donde sea, para caminar por la noche y así evitar ser descubiertos por el ejército. Mientras tanto, el hambre y el frío acechan. Pero algo peor que el hambre y el frio, o la incertidumbre de qué les deparará al llegar a Almería, es la certidumbre de la metralla que los golpea al ser avistados por el enemigo. Mucho peor son los obuses o el temor a que les alcancen las tropas motorizadas italianas. Enemigos aquellos de una población civil desarmada que sólo huye de la también certera represión. 8000 personas serían ejecutadas a la llegada de las tropas franquistas a Málaga. Al alcanzar la desembocadura del Guadalfeo, en la localidad de Salobreña, se desata el caos. El río está desbordado, no hay puentes para cruzarlo, y la odiosa disyuntiva golpea como el hierro a los ya de por sí exhaustos caminantes: cruzar el río, y enfrentarse al peligro de morir ahogado, o esperar, buscar refugio, y verse expuestos al fuego de la aviación o ser alcanzados por las demasiado cercanas tropas italianas. Familias enteras se deciden por la primera opción, y perecen bajo las aguas del Guadalfeo. Otras intentan encontrar alternativas a la disyuntiva y se precipitan en busca de un cruce en la Alpujarra, lo que finalmente conseguirán.

A esta altura de la Desbandá nos detenemos. Hoy ese lugar es un lugar de memoria, donde la marcha que homenajea cada año el éxodo tiene uno de sus actos centrales. Hoy en ese lugar hay un monumento construido con los esfuerzos de la memoria. Hoy en ese monumento se reúnen quienes han caminado desde Almería, reproduciendo la huida civil, y quienes esperan su llegada. Un ligero viento sopla de poniente, el sol calienta las caras de quienes aguardan la llegada. Nada que ver con las condiciones a las que se tuvieron que enfrentar hace casi 90 años los miles de exiliados. A la 13:30 atraviesa la carretera una columna humana, ya no van calzados con alpargatas ni desaliñados, sino con pancartas y banderas. La marcha desemboca en la actual rotonda, en cuyo centro está la estatua que recuerda aquella masacre. Aplausos, gritos republicanos y júbilo.
Para conocer mejor el hecho histórico que fue la Desbandá hablamos con Rafael Morales, presidente de la asociación que cada año reproduce el itinerario, marchando de Málaga a Almería por la carretera N-340. Hijo de quien tuviera que sufrir en sus propias carnes la persecución por las tropas fascistas a lo largo de esa ruta, ya que su padre salió de Ronda y se unió a los 300.000 refugiados que intentaban dejar la muerte atrás. Se calcula que más de 5000 personas perecieron por el camino. Antes de comenzar el acto de homenaje le hacemos algunas preguntas.
Valora como un éxito la convocatoria de este año, la cual arrancó el jueves 6 de enero y prevé finalizar el día 15, en el memorial de Mauthaushen de Almeria. Muchos de aquellos hijos del exilio, tras la desquiciante odisea de la Desbandá, acabarían en aquel campo de concentración, nos señala. Sólo en esta etapa del camino que venimos reseñando, la que va de Almuñecar a Salobreña, han participado 560 personas. Nos cuenta que con cada edición aumenta más la asistencia y se suman personas de todas las edades. Hace nueve años que llevan realizando la marcha integral. Aunque comenzaron con el proyecto de memoria hace 20 años, en 2005, hasta 2017 sólo andaban una jornada completa del total de diez. Como es natural, con la evolución y el incremento de gente que se suma a la convocatoria los retos de los trabajos de logística y de búsqueda de infraestructura son cada vez mayores. Hoy dormirán en el pabellón municipal de Salobreña, pero hay municipios que no están dispuestos a ofrecer alojamiento, como es el caso del Rincón de la Victoria, gobernado por el Partido Popular. Con todo, nos recalca que, a parte de la marcha, a lo largo de su historia se han dedicado a hacer otros eventos relacionados con la memoria, como congresos y charlas en institutos. Todo el trabajo de recuperación histórica ha dado sus frutos, por ejemplo, el trayecto haya sido reconocido recientemente como Lugar de Memoria por el gobierno. Nos lanza otro dato: actualmente un 50% de la población andaluza conocé que fue la Desbandá, mientras que hace años, antes de iniciar el proyecto, era solo un 5%. “Hubo varias generaciones que vivieron con miedo, y nunca se mencionaba qué ocurrió en esta carretera”, nos comenta, “siempre se vivió con la terrible sensación de que se volviera a repetir”. Así, su objetivo es mantener la historia viva de lo que sucedió durante aquellos días de febrero de 1937. Nos reconoce que el gesto de recorrer los mismos pasos que aquellos quienes tuvieron que hacerlo, acosados por las tropas fascistas, tiene algo de emotivo, algo imposible de ser expresado en otro lenguaje. Hasta ahora, sobrevivientes de la masacre los han seguido acompañado en algunas etapas, a pesar de que cada vez son menos. Recuerda los nombres de Pepe Giménez de Lorca y de Antonio López Jimena, que recientemente nos dejaron y que hasta entonces habían seguido caminando con ellos.
Nuestra conversación se corta por un murmullo que se va haciendo cada vez más fuerte, unas voces que van subiendo por la inclinada carretera. Gritan: Memoria, Justicia y Reparación, y cantan versos republicanos. Esa masa va inundando poco a poco la rotonda, algunos se sientan en las faldas del monumento adornado con flores que forman una bandera tricolor. Al frente se sitúa el escenario, en el que dentro de unos instantes hablarán Ángela Rodríguez, concejala de Izquierda Unida por Salobreña; Antonio Maillo, Coordinador de Izquierda Unida; Antonia Sanchez Monrroy de Hijas del Exilio, y Gloria Usero Fernández, una de las supervivientes que con cuatro años se vio obligada a huir con sus padres hacia Almería.
Los vívidos recuerdos de Gloria, aún siendo una niña cuando ocurrió la masacre, son dignos de mencionar. Por ejemplo, nos recuerda las almendras, que fueron el único alimento que llegó a quedarles. Menciona el terror que vivieron sus padres, unido al esfuerzo por no trasmitirle ese terror a su hija. Y relata la anécdota de cómo su padre evitó que muchos de ellos murieran, al advertir que era preferible no ir en dirección a un puente por el que cruzar un río, sino bordearlo por las montañas, y cómo vieron ese mismo puente al poco tiempo destruido por las bombas.
En las palabras de todos los que homenajean esta historia hay una cierta nota común, algo que se repite odiosamente: el auge de las fuerzas de la extrema derecha, la ola reaccionaria que marcha galopante. Es un regusto agridulce en el que se mezcla la pasión por homenajear esos senderos de la memoria, y el presente que golpea con dureza. Y es que no deberíamos terminar esta crónica sin recordar que entre el presente y el pasado no hay un vacío insalvable, no hay un abismo que nos separe de la historia de manera irrefutable. El sufrimiento de las 300.000 personas que huyeron de la barbarie y que recibieron en su camino las descargas criminales se repite en el éxodo de Gaza; en esos cientos de miles de personas en constante movimiento bajo la amenaza de los bombardeos. Una analogía histórica terrible, que nos dice que hay muchas Desbandás, y no todas fueron en Andalucía. Lo cual nos debería hacer meditar por unos segundos, hacernos pensar que la memoria no consiste en meros recuerdos, sino en herramientas para entender y trabajar en el presente.