La lucha por la reducción de la jornada laboral ha sido una constante del movimiento obrero desde sus inicios. Este año, las reivindicaciones buscan llevar las horas semanales a 37,5 sin reducción salarial, un cambio impulsado por partidos de izquierda y sindicatos como CC.OO. y UGT. Pese al rechazo de la patronal y la derecha, que alertan de una crisis económica, estudios del Ministerio de Trabajo destacan que la reducción beneficiaría a unos 12 millones de personas en España, mejorando condiciones laborales y promoviendo la creación de empleo.
Esta pugna por una menor jornada resuena en la historia obrera: desde la reivindicación de las 8 horas en 1866, la masacre de Chicago en 1886 y la huelga de La Canadiense en 1919 en Barcelona, donde España avanzó hacia la regulación laboral. Sin embargo, los sectores empresariales responden con estrategias de explotación, argumentando que la competitividad debe primar sobre los derechos laborales.
El actual avance tecnológico y la introducción de la inteligencia artificial refuerzan el posicionamiento sindical, evidenciando que la productividad no depende de más horas de trabajo, sino de una distribución más justa de los beneficios. La digitalización y el aumento de la plusvalía, sin mejora salarial correspondiente, han beneficiado sobre todo a las empresas. Esto sustenta que una jornada reducida pueda implementarse sin afectar la economía nacional, y refuerza la visión de que el futuro laboral pasa por mayor equidad y calidad de vida.
Una reducción en el tiempo de trabajo, lejos de afectar la productividad, puede ser el primer paso hacia una sociedad más justa, donde la precariedad y el agotamiento laboral dejen de ser una norma aceptada. Esta reivindicación no sólo responde a una exigencia laboral, sino también a un modelo de vida que privilegie el bienestar, el tiempo de ocio y el desarrollo personal.
En este contexto, la oposición de la derecha y de los empresarios refleja, más que una amenaza real para la economía, una resistencia histórica a ceder beneficios a favor de la clase obrera. La movilización social del pasado 26 de septiembre frente a las sedes patronales buscaba visibilizar esta realidad y recordarle a la ciudadanía que los derechos laborales se han logrado solo a través de décadas de lucha.
La reducción de la jornada laboral no es solo una reivindicación económica, sino una batalla política por la redistribución del poder en la sociedad. Cada avance en este sentido refleja el pulso entre una clase trabajadora organizada y unos intereses empresariales que históricamente se han resistido a ceder derechos. Hoy, más que nunca, frente a los desafíos tecnológicos y la precarización laboral, la reducción del tiempo de trabajo no debe ser vista como un privilegio, sino como una exigencia democrática para garantizar una vida digna y un futuro más justo para la mayoría.
Fuente: https://mundoobrero.es/2024/10/11/trabajar-menos-para-trabajar-todos-y-todas/