Donald Trump regresó a la Casa Blanca este lunes para iniciar su segundo mandato como presidente de Estados Unidos con un despliegue de medidas que marcan un giro drástico hacia la ultraderecha. En apenas unas horas, Trump firmó órdenes ejecutivas que desmantelan pilares clave de la administración de Joe Biden, tocando áreas sensibles como la migración, los derechos LGTBIQ+, el medio ambiente y la política internacional.
La primera jornada del presidente republicano estuvo marcada por su discurso inaugural, seguido de un mitin en el estadio Capital One Arena, donde delineó su agenda de gobierno. Trump calificó su regreso al poder como “el comienzo de una nueva era de grandeza para Estados Unidos” y prometió “reconstruir el país desde sus cimientos”.
Entre las primeras medidas firmadas por Trump destaca la eliminación de cerca de 80 decretos ejecutivos de Biden, incluyendo aquellos que promovían la equidad racial y la protección contra la discriminación por identidad de género y orientación sexual. Trump dejó claro que su administración adoptará como política oficial el reconocimiento de únicamente dos identidades de género: “masculino y femenino”.
Este movimiento, acompañado de retórica contra la “ideología woke”, ha encendido alarmas en organizaciones de derechos humanos que temen un retroceso significativo en las políticas de inclusión y diversidad que caracterizaron los últimos años.
Migración: emergencia nacional en la frontera
En un gesto que recuerda su primer mandato, Trump declaró una “emergencia nacional” en la frontera con México, autorizando el despliegue militar en la zona y calificando como organizaciones terroristas a varios carteles y grupos criminales de América Latina. Además, anunció su intención de revocar el derecho a la ciudadanía de los hijos de migrantes nacidos en suelo estadounidense, aunque esta medida enfrenta serios desafíos constitucionales debido a la Enmienda 14.
El mandatario también eliminó la aplicación CBP One, utilizada por solicitantes de asilo, lo que generó una rápida respuesta legal por parte de organizaciones defensoras de los derechos de los migrantes.
Trump ordenó el regreso de Cuba a la lista de países patrocinadores del terrorismo, anulando una de las últimas decisiones de Biden. Esta medida, junto con la reactivación de sanciones económicas, marca un endurecimiento en las relaciones con la isla, retomando la línea de confrontación que caracterizó su primer mandato.
Por otro lado, el presidente suspendió temporalmente la aplicación de la ley que exige la venta de TikTok a empresas estadounidenses, aunque reiteró su intención de mantener control sobre la plataforma por motivos de seguridad nacional.
En una de sus decisiones más controvertidas, Trump otorgó el indulto a alrededor de 1.500 personas condenadas por su participación en el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. Entre los beneficiados se encuentran miembros de grupos extremistas como Oath Keepers y Proud Boys, lo que ha sido interpretado como un claro gesto de apoyo a los sectores más radicales de su base política.
Una agenda ultraconservadora
El mitin de investidura contó con la participación de figuras destacadas del entorno de Trump, como Elon Musk, quien ha sido designado para dirigir el nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE). Musk generó conmoción al realizar un gesto que ha sido identificado como un saludo nazi, un acto que ha suscitado críticas en redes sociales y medios internacionales.
Las primeras horas del mandato de Trump muestran su determinación de consolidar un modelo de gobierno ultraconservador, centrado en priorizar los intereses de su base electoral y en desmantelar los pocos avances progresistas que hayan podido ser logrados durante la administración de Biden.
Con medidas que afectan los derechos civiles, la política migratoria, el medio ambiente y las relaciones internacionales, la administración Trump parece dispuesta a profundizar la polarización en Estados Unidos y a fortalecer una agenda que refuerza su alineación con la ultraderecha global.
El futuro inmediato de la nación se perfila como un campo de batalla político y social, donde las decisiones del presidente y su entorno, marcadas por símbolos y discursos extremistas, jugarán un papel central en la dirección del país.
Fuente: Mundo Obrero