El presidente estadounidense propone una «Riviera de Oriente Próximo» en la Franja de Gaza, ignorando las advertencias de la ONU y las potencias europeas.
Donald Trump ha vuelto a defender su plan para Gaza con un discurso que roza la distopía. Según el mandatario, Israel «entregaría» la Franja cuando haya culminado su ofensiva, permitiendo que en el territorio palestino surja «uno de los mayores y más espectaculares desarrollos de toda la Tierra». Un proyecto de expulsión encubierta que choca frontalmente con el Derecho Internacional.
En su plataforma Truth Social, Trump ha asegurado que para entonces los palestinos «ya habrían sido realojados en comunidades más seguras y bonitas, con viviendas nuevas y modernas». La frialdad de sus palabras ignora el drama humano de cientos de miles de personas desplazadas por los bombardeos israelíes y la catástrofe humanitaria que se vive en Gaza. Además, en un giro insultante, ha equiparado al senador demócrata Chuck Schumer con la población palestina desplazada.
Trump sostiene que con su plan, los gazatíes «tendrían una oportunidad de estar felices, seguros y libres», en una afirmación que pasa por alto la violación de sus derechos y la expulsión forzosa de su tierra. Según él, «no sería necesario desplegar militares de Estados Unidos» porque «reinaría la estabilidad en la región». Su retórica ignora a propósito el contexto histórico y la realidad política del conflicto.
El plan de Trump, anunciado esta semana junto a Benjamin Netanyahu en Washington, ha sido recibido con entusiasmo por el Gobierno israelí. El ministro de Defensa, Israel Katz, ya ha dado instrucciones al ejército para preparar la expulsión de palestinos, asegurando que «se debe permitir que la gente de Gaza disfrute de la libertad de movimiento y la libertad de emigrar». Su cínico eufemismo esconde una limpieza étnica que busca vaciar la Franja y expulsar a sus habitantes a terceros países.
Katz ha sugerido incluso que los países europeos críticos con la ofensiva israelí deberían acoger a los refugiados palestinos. «Países como España, Irlanda o Noruega, que han formulado acusaciones falsas contra Israel, están legalmente obligados a permitir que cualquier residente de Gaza entre en sus territorios», ha declarado.
Desde el Gobierno español, la respuesta ha sido inmediata. El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, ha dejado claro que «nadie le tiene que decir a España lo que tiene que hacer». «La tierra y el lugar de los palestinos es Palestina y la de los gazatíes es Gaza», ha zanjado el canciller español en una entrevista en RNE.
Mientras Trump y Netanyahu avanzan en su ofensiva política para legitimar el desplazamiento de la población palestina, la ONU ha advertido de que cualquier traslado forzoso de civiles viola el Derecho Internacional. «El sufrimiento de la gente en el Territorio Palestino Ocupado y en Israel ha sido insoportable, hay que entrar en una nueva fase para garantizar la paz y la seguridad de palestinos e israelíes sobre la base de la dignidad y la igualdad», ha recordado Volker Türk, alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos.
El plan de Trump no solo ignora estas advertencias, sino que refuerza la política de apartheid y desposesión del Gobierno israelí. La «Riviera de Oriente Próximo» que propone el presidente no es más que una estrategia para borrar a los palestinos de su propia tierra bajo el pretexto del desarrollo económico. Un lavado de cara cínico para una crisis humanitaria sin precedentes.
Fuente: Mundo Obrero