Daniel Higiénico no es solo un músico, es un contador de historias que transforma cada canción en una experiencia única. Con más de 30 años de trayectoria, ha fusionado rock, blues, folk y canción de autor, siempre con un estilo inconfundible. Su creatividad va más allá de la música: escribe libros, hace teatro y crea espectáculos de cabaret musical donde el humor, la ironía y la crítica social se entrelazan con la poesía. Además, el próximo 29 de marzo, estará en el festival Sagato Rock, que se celebrará en Villamalea en beneficio de la asociación «Yo me pido vida», Asociación albaceteña sin ánimo de lucro que lucha contra las enfermedades hematológicas. En esta entrevista exclusiva, exploramos su universo artístico, su proceso creativo y su visión sobre la música independiente en la actualidad.

¿Cómo empezaste en el mundo de la música?
Empecé un poco por casualidad. Un día, en un bar, toqué una canción que había compuesto y a la gente le gustó. Entonces, me dijeron: «¿Por qué no tocas aquí este sábado?». Acepté, toqué ese sábado y así comenzó todo.
Yo componía canciones en casa, pero nunca había tocado en ningún sitio ni me consideraba músico. En realidad, sigo sin considerarme músico, simplemente hago canciones. Pero aquel día me picó el gusanillo y, poco a poco, fui metiéndome más en esto. Tanto que acabé dejando mi trabajo de planchista en la Peugeot por las tardes y me lancé de lleno a la música.
Has explorado muchos géneros a lo largo de tu carrera, desde el rock y el blues hasta el folk o la música de autor. ¿Cómo ha sido tu evolución musical y qué es lo siguiente que nos espera?
Bueno, ya llevo 12 discos y han sido bastante variados. En los últimos años, cada disco ha tenido un estilo más definido: uno de blues y rock & roll, otro con toques de swing y blues, otro más folk… Pero con este último álbum he vuelto a hacer lo que hacía con la Quartet de Baño Band, mezclar cualquier estilo musical.
Como te decía antes, no me considero músico, así que no busco un sonido ni un estilo en concreto. Lo que me interesa es contar historias, y utilizo la música que creo más adecuada para cada una. Si la historia pide un tango, hago un tango; si encaja mejor con un rock, lo hago rock; si funciona como jota, pues será una jota. Siempre lo he hecho así porque me gusta esa libertad creativa, y también porque tengo un punto teatral que disfruto incorporando a mis canciones.
Así que lo que viene a continuación… será lo que surja. Seguiré componiendo y explorando distintos estilos sin preocuparme por encajar en uno solo.
A lo largo de tu carrera, has combinado música, teatro, cabaret y literatura. ¿Qué te impulsa a explorar distintos formatos en lugar de centrarte solo en la música?
Bueno, como te decía antes, ni siquiera me considero músico. Tampoco soy escritor, ni actor… en realidad, no soy nada en concreto. Lo que me gusta es crear, hacer cosas desde la nada. Un día se me ocurrió escribir una novela y la hice. Otro día pensé en montar un cabaret y lo hice también. Ahora mismo llevo un espectáculo en solitario que no son monólogos como los que hacía antes, sino algo más trabajado, más mezclado. Y me siento cómodo explorando.
Al final, es cuestión de investigar y dejarse llevar. Si tengo una idea y creo que vale la pena, la desarrollo. Es lo mismo que con las canciones: si creo que una tiene algo especial, la grabo y la meto en un disco, sin más. Nunca he tenido la obligación de hacer algo concreto, porque desde el principio me monté mi carrera de esta manera, con total libertad.
De hecho, cuando escribí la canción de “El hombre cucaracha” que digo que tiene el poder de flipar, pensé: “Esto me viene de puta madre, porque es justo lo que quiero hacer”. Quiero fliparme, hacer lo que me dé la gana sin sentirme atado a nada. Hay músicos que sienten la obligación de mantenerse dentro de un estilo, y cuando cambian, su público no siempre lo acepta. Yo no tengo ese problema, porque voy a mi bola.
Para quienes aún no te conocen, ¿cómo definirías tu música y qué la hace única?
No sé si es única, pero sí que es muy personal. No sabría bien cómo definirla, porque lo que hago es contar historias. Es lo que más me interesa. Algunas son divertidas, otras más serias, algunas de humor negro y otras más poéticas. Al final, es como un cabaret musical.
Nunca he sabido explicar bien lo que hago, porque depende de cada canción. Se me ocurre una historia y le pongo música. A quien no me haya escuchado, le diría que venga a verme en directo, porque ahí es donde realmente se entiende mi propuesta. Y no es por chulear, pero la gente se lo pasa muy bien, siempre hay una conexión muy chula con el público.
Llevo 35 años en esto porque siento esa comunicación con la gente. Cada uno recibe las canciones de una manera: hay quien se ríe, quien se emociona, quien incluso me ha dicho que alguna canción le ha hecho llorar. Y eso me encanta, porque significa que funciona.
También hay mucho de teatral en mi música. En cada canción me pongo una “máscara” distinta: unas son más serias, otras más poéticas, otras más gamberras o incluso tontas, pero todo tiene su sitio en el espectáculo. Esto hace que el concierto sea muy dinámico, porque hay de todo y se pasa volando.
Nunca me he visto como un cantautor al uso, de esos que cuentan todo el rato sus cosas personales. Me cansa un poco el rollo de «yo, yo, yo». Hay canciones maravillosas de ese estilo, claro, pero lo que yo quería hacer era algo más entretenido, algo que divirtiera. Y creo que lo he conseguido. Estoy súper contento con ello.
¿Cómo es tu proceso de composición? ¿Tienes alguna rutina o método en particular?
No tengo un método fijo, la verdad. Hay muchas maneras de hacer una canción, y yo las he probado casi todas.
A veces todo empieza con una frase que me gusta y, a partir de ahí, sigo escribiendo. Otras veces me pongo a tocar un ritmo, saco unos acordes y empiezo a canturrear una melodía. Si alguna frase encaja bien, puede que me lleve a un tema concreto y entonces desarrollo la canción a partir de ahí.
Otras veces lo hago todo a la vez: melodía, letra, acordes… Hay canciones que han nacido de un solo acorde, simplemente repitiéndolo y cantando encima hasta que aparece algo interesante.
También hay temas que surgen de ideas más locas o de la propia sonoridad de la música. Por ejemplo, la canción “La Fiesta del Didgeridoo” salió de escuchar música en la que cantaban de una forma muy peculiar. Pensé que encajaba con la historia de un tipo que va a una fiesta y se encuentra con eso, así que empecé a jugar con acordes y melodía hasta que salió.
Otras veces compongo de manera más clásica: pruebo ritmos, busco un estribillo, a veces incluso tarareo sin decir nada hasta que encuentro la musicalidad que me gusta. Hay mil formas de hacer una canción, y yo voy variando según el momento.
¿Cómo definirías tus conciertos? ¿Qué puede esperar alguien que nunca te ha visto en directo?
Sobre todo, variedad. Hay humor, ironía, sarcasmo… A veces una canción parece seria, pero siempre le saco el jugo de la ironía y la convierto en algo divertido, aunque en realidad esté hablando de cosas muy serias.
Mucha gente que ya me sigue suele traer amigos a los conciertos porque saben que hasta que no me ves en directo, no terminas de entender del todo lo que hago. Me encanta cuando alguien viene por primera vez y al final del concierto me dicen que le ha encantado. ¡Uno más para la causa!
En un concierto mío puedes esperar pasarlo bien, sorprenderte y escuchar historias que, dependiendo de cómo las pilles, te harán reír o pensar. No soy un cantautor al uso ni me ciño a un solo estilo. Me gusta jugar con la sorpresa y el espectáculo. Por eso, tocar para gente que no me ha visto nunca es lo que más disfruto: porque siempre hay algo inesperado para ellos
¿Cómo es el proceso creativo detrás de tus álbumes y giras? ¿Sigues algún esquema o dejas que todo fluya de manera más espontánea?
Siempre he montado mis espectáculos en función del disco que estuviera presentando. Cuando tenía banda, con cada nuevo álbum preparábamos un repertorio distinto y, además, jugaba mucho con la puesta en escena. En los tiempos de “la Quartet de Baño Band”, por ejemplo, el concepto de cabaret estaba muy presente porque me disfrazaba y usaba muchos personajes.
Cada disco ha tenido su propia identidad. Cuando saqué “6000 millones”, que era un álbum de swing y blues, me vestía con traje y corbata para darle ese aire más clásico. Dependiendo del estilo del disco, me adaptaba también en la forma de presentarlo en directo.
Ahora, con más de 150 canciones y un espectáculo más personal, selecciono los temas que creo que encajan mejor con el show y los combino con monólogos y elementos teatrales. Todo tiene un punto de improvisación y de jugar con lo que sucede en cada concierto, pero siempre con un concepto claro en mente.
No tienes demasiados videoclips en comparación con otros artistas. ¿Qué opinas del formato videoclip en la música actual? ¿Te gustaría hacer más o prefieres centrarte en otros formatos?
Sí, es cierto que no he hecho tantos videoclips como otros artistas. En parte porque, aunque me gusta el formato, muchas veces no compensa la inversión. He llegado a gastar bastante dinero en algunos vídeos con una producción más profesional y luego no han tenido tanta repercusión. En cambio, otros que he hecho yo mismo en casa, con cero presupuesto, han funcionado igual o incluso mejor.
Me gusta experimentar con lo casero, hacer vídeos con recortes, jugar con imágenes y montajes sencillos, pero que tengan una idea potente detrás. Con el disco de blues hice varios, también con el de folk (Esperando a Robin Hood). Para el último disco no he hecho ninguno, pero quién sabe.
En general, creo que la gente está un poco saturada de videoclips. Salen tantos que muchas veces pasan desapercibidos, a menos que seas un artista con millones de seguidores. Por eso, prefiero centrarme en otros formatos que me resultan más creativos y que me permiten expresarme de una manera más libre.
¿Cómo ves la evolución de la industria musical desde que empezaste hasta ahora? ¿Cuáles son los mayores retos para los artistas independientes?
La industria ha cambiado muchísimo desde que empecé. Antes, las discográficas tenían el control total, y si no estabas en una, era complicado salir adelante. A mí, por ejemplo, me ayudaron bastante en su momento. Eso me permitió llegar hasta aquí, aunque también es cierto que muchas veces las compañías no tenían ni idea de cómo mover ciertos proyectos.
Ahora, con la autoproducción, cada artista puede encontrar su propio camino. Es una ventaja porque tienes libertad total para hacer lo que quieres, pero también implica que tienes que encargarte de todo: la producción, la promoción, la distribución… Antes invertías en carteles por la calle, ahora pagas publicidad en redes sociales. Cambian los medios, pero la lucha sigue siendo la misma: hacer que la gente escuche tu música.
Para los artistas independientes, el reto es destacar en un mar de contenido. Hay muchísima música y la gente está saturada. Pero al mismo tiempo, cualquiera puede grabar un disco en su casa y hacerlo llegar al mundo. Si tienes algo que decir y conectas con el público, da igual si grabas en un estudio de un millón de euros o en tu habitación con un programa. Lo importante es la autenticidad y que la música llegue.
¿Crees que para emprender proyectos artísticos es necesario estar en grandes ciudades como Madrid o Barcelona, o se puede hacer desde cualquier ciudad o pueblo pequeño?
Para nada, se puede hacer desde cualquier sitio. Yo mismo vivo en Mallorca y me dedico a la música mejor que nunca. Obviamente, tengo que coger aviones, trenes, autobuses para las giras, pero bueno, se hace. Ahora con internet y todo, puedes trabajar desde donde estés sin problema. A veces incluso es más cómodo que en Madrid, que hay tanto follón, tanta gente… Aquí en Mallorca hay un montón de músicos buenísimos, así que no hace falta estar en Madrid o Barcelona para hacer carrera.
¿Has trabajado con alguna productora o siempre has apostado por la autogestión?
Al principio trabajé con una compañía, pero la verdad es que no se enteraron de nada, no hicieron mucho por mi música. Así que pedí la carta de libertad y luego otra compañía, más modesta, en Barcelona se interesó y me compró el máster del segundo disco. Me ayudaron un poco, soné algo en la radio y bien, pero cuando vi que ya no apostaban tanto, lo dejamos.
Desde 2003 empecé a montármelo por mi cuenta, a hacer mis discos desde cero. Ya llevo 22 años así. Hombre, claro que me gustaría estar con alguien que apoyara mi trabajo, pero aquí sigo, y ahora mismo estoy de puta madre. He pasado por altibajos como todo el mundo: la crisis, épocas en las que el público no venía… Pero ahora voy a mi bola, hago mis discos como quiero, voy solo con mi guitarra, vendo los discos en los bolos y listo.
En Albacete tenemos una buena tradición de cantautoras como Karmento o Rozalén. ¿Qué consejo le darías a las artistas que están empezando?
Pues nada, que toquen, que toquen mucho, que compongan buenas canciones y que disfruten haciéndolo. Que se fijen en lo que comunican con su música y que no piensen solo en el éxito. A veces hay gente que empieza con una ansia de triunfar desde el primer momento, y eso no va así. Lo importante es hacer conciertos, ir aprendiendo, adaptarse y disfrutar del proceso.
También es clave ser crítico con lo que haces. Hay artistas que no se dan cuenta de si lo que hacen realmente llega o no. Subirse a un escenario es muy gratificante, te aplauden y puedes llegar a creerte una estrella, pero hay que ser consciente de si lo que estás haciendo vale la pena o no.
Y sobre todo, que se diviertan. Si tú no disfrutas, el público tampoco. Es como los grupos que piden a la gente que baile, pero ellos mismos no se mueven. Pues no, disfruta tú primero, que eso se contagia. Al final, la clave es pasarlo bien y conectar con la gente a través de las canciones.
¿Qué artistas o bandas nos recomendarías descubrir, ya sean emergentes o consolidados?
¡Ostia! Es que yo soy muy antiguo para eso, me he quedado en lo de antes, tipo Franz Ferdinand y músicos así. Hay muchos artistas y bandas buenísimas, pero no sigo a ninguno en concreto. Escucho cosas de vez en cuando, pero no soy de estar al día con las novedades. Decir solo uno o dos me parece una tontería, porque hay tantísimos… ¡Es imposible elegir!
Pero bueno, si tengo que decir alguno, me gusta mucho Franz Ferdinand.
Para terminar, una más personal: si no te hubieras dedicado a la música, ¿a qué crees que te estarías dedicando hoy en día?
Pues ni idea, pero seguro que estaría currando en algo, como todo el mundo. Igual seguiría de planchista de coches, que es lo que hacía antes de dedicarme a la música. Vivía mi vida normal, escuchaba mucha música, iba a conciertos y componía mis canciones en casa como hobby.
Si no me hubiera metido en esto, supongo que seguiría con lo mismo, trabajando, con mi vida más o menos estable, quién sabe… Igual hasta tendría días fijos y todo, ¡vaya lujo! Pero bueno, la vida me llevó por otro camino y aquí estoy.