Ya hemos visto la película del momento. La película que emociona a la gente que es de izquierdas, pero no mucho.
Porque, sí, es necesario que en pleno auge reaccionario reivindiquemos las figuras de luchadores que pelearon por “mejorar la vida de la gente” (ese mantra tan… posmodernillo). Pero, seamos honestas con nosotras mismas: invisibilizar la militancia política de esos héroes locales es tan o más propagandístico como, directamente, no contar su historia.
Porque Manolo Vital era militante comunista del PSUC y sindicalista de CCOO.
Porque Pepa Flores decía ser una obrera de la cultura.
Porque Rafaella Carrá siempre votó comunista.
Porque Frida Kahlo tenía en su habitación un cuadro de Marx, Engels y Lenin (sí, la de las totebags y las flores en la cabeza, resultó marxista).
No podemos entender las vidas, obras y acciones de ciertas personas sin conocer su bagaje político. Porque posicionarse políticamente lo es todo. Lo personal es político, y lo político es social. Los avances históricos no son (solamente) obra de un héroe idealista que decide un día, por arte de birlibirloque, hacer la revolución. No podemos entender a Lenin sin el Partido Bolchevique. Y no podemos entender a Manuel Vital sin el PSUC. No contar esto es ruin, es maquillar la historia, es deslegitimar la lucha y logros del conjunto de la clase trabajadora.
Es, en definitiva, reescribir una historia que se tejió colectivamente. Y el reescribir de forma falaz su historia común, es no despojarse de las herramientas para construir nuestra historia futura.
Moraleja: no te fíes de los premios de la Academia. Porque dicen ser de izquierdas, pero no mucho.