En estos días de conmemoración del Día Internacional de las Mujeres, la sociedad es inundada de datos acerca de la desigual situación por razón de género que existe en nuestro país. Y está bien que se hable de ello, aunque sea en un tiempo muy concentrado.
Escucharemos y leeremos datos sobre las mujeres asesinadas (también muchas hijas e hijos), se nos darán macro cifras (brecha de género, etc.) y volveremos sobre las imágenes filtradas de la declaración judicial de Elisa Mouliaá y cómo un juez se permite vulnerar La Ley Orgánica de garantía integral de la libertad sexual, al realizar un interrogatorio vergonzoso a la denunciante que nos retrotrajo a tiempos muy oscuros después de tantos años de lucha feminista.
En cambio, me gustaría detenerme en aspectos de la desigualdad (la violencia adopta múltiples formas) que sufrimos diariamente las mujeres y que tal vez no cope titulares (por desgracia, los ocupamos solo al ser asesinadas); pero por eso mismo, esté más arraigada y sea más permeable en nuestra sociedad. Porque entiendo que la sobrecarga en los cuidados (y la pobreza económica que conlleva), la falta de trabajo en igualdad de condiciones que los hombres o el hecho de que, aunque seamos mayoría las mujeres quienes están saliendo de nuestras universidades, finalmente no lleguemos a la parte superior de los escalafones.
Para desarrollar estas cuestiones, he elegido tres campos: la sobrecarga en los cuidados, la desigualdad laboral y la situación de las mujeres en el ámbito educativo una vez finalizados los estudios.
En el campo laboral, según datos de CC.OO., la brecha salarial de género no solo no disminuyó sino que aumentó 0,6 puntos en 2023 (Hasta el 19,6). Las contrataciones a tiempo parciallas ocupan el 21,1% de las trabajadoras y respecto a la temporalidad en el empleo, las mujeres suponen el 18,5 frente al 6% de los hombres.
Respecto a los cuidados, en los últimos datos ofrecidos por el Instituto de las mujeres, vemos un panorama desolador: en el año 2023, las trabajadoras fueron quienes abrumadoramente tomaron excedencias para el cuidado de hijas/os, nada menos que en un 85,0%, y las excedencias por cuidados de familiares fueron de un 84% en las mujeres. Otros datos publicados nos informan de que 1,9 millones de trabajadoras están inactivas debido a que se tienen que hacer cargo de los cuidados en el ámbito familiar.
En tercer lugar, vamos a observar la posición de las mujeres en el campo educativo y su escasa representatividad en aquellos escalafones superiores de la carrera profesional, teniendo en cuenta el alto índice de mujeres en este sector. Para empezar, el 56,4% del alumnado universitario es femenino, pero si echamos un vistazo a su presencia en los diferentes niveles del profesorado, por ejemplo, las cosas cambian mucho; mientras que en Educación infantil, las profesoras suponen el 97,4% del total, en la universidad bajan al 43,7%. Un dato que considero muy significativo porque da cuenta del coste que supone para las mujeres la desigualdad, es el hecho de que en 2023 había un 22,0% de rectoras, mientras que el año anterior suponían un 25,3%; es decir, no solo no avanzamos si no que hay importantes retrocesos.
Con esta exposición de datos, la intención es mostrar las diferentes formas que adopta el patriarcado y que no suelen ser noticia excepto en la conmemoración del 8 de Marzo. Es la “cotidianeidad de la desigualdad” en la que vivimos la inmensa mayoría de las mujeres y para cambiar esta situación tan desoladora, solo hay un camino: el feminismo de clase, porque el feminismo marxista ha sido pilar fundamental en la lucha de las mujeres.
Ahora que estamos viendo un enfrentamiento dentro del feminismo de “izquierdas” (y que merece un diálogo con conocimiento y sosiego), tal vez debamos volver nuestra vista sobre análisis que, a pesar de los años transcurridos, tienen plena vigencia porque la pobreza, la desigualdad y la injusticia tienen rostro de mujer. Esta reflexión de Engels, considero que condensa todas las luchas feministas: “(…) el primer antagonismo de clases que apareció en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer en la monogamia; y la primera opresión de clases, con la del sexo femenino por el masculino”.