Hasta la fecha, se han llevado a cabo cuatro sesiones del seminario “Marxismo-leninismo y emancipación de la mujer”, presentado el 17 de diciembre de 2024 bajo la organización de la FIM-Valencia. Todas las sesiones están disponibles en YouTube para su consulta[1]. En este artículo, dos integrantes del seminario nos proponemos sintetizar de la manera más concisa posible algunas cuestiones centrales de este tema. Intentamos ofrecer un cuadro de conjunto que ponga de relieve la importancia teórica y práctica de estudiar y desarrollar la concepción marxista-leninista de la opresión y emancipación de las mujeres.
Por un lado, exponemos los fundamentos de esta concepción que ya han salido en el seminario. Estas ideas no son todas de dominio común, e incluso se llega a pensar que Marx, Engels, y en general, el marxismo-leninismo, no han desarrollado una visión precisa y sistemática al respecto. Justamente por ello, consideramos necesario hacer un esfuerzo por difundir sus relevantes conclusiones, con el fin de que cada quien sopese si merece o no la pena profundizar en ellas y aprovecharlas para el análisis y la práctica contemporáneas. En segundo lugar, recogemos varias ideas cruciales de ciertos textos que estudiaremos en las próximas sesiones del seminario[2]. Por último, sobre la base de estas herramientas teóricas, esbozamos un análisis de la situación actual en el Estado español.
A lo largo de esta exposición, compartimos nuestras propias reflexiones, las cuales consideramos alineadas con el marxismo-leninismo.
Elementos del marxismo-leninismo previos al análisis
El comunismo, como fase histórica, es la superación definitiva de toda forma de opresión y explotación. El movimiento comunista avanza en esa dirección.
El partido comunista es el partido de la clase obrera, no porque sea un partido que únicamente atiende los intereses de esta clase, sino porque solo ella, por el lugar que ocupa en la producción y sus posibilidades de organización, es capaz de ir a la cabeza de todo el pueblo para superar el capitalismo. La tarea histórica de la clase obrera es derrocar a la burguesía, construir el socialismo-comunismo y, por tanto, ser la llave de la emancipación universal.
El marxismo-leninismo es una visión integral del mundo para la transformación revolucionaria del mismo. Es la teoría científica de la clase obrera, no porque solo analice la situación de esta clase, sino porque proporciona a ella –y a quienes asumen su tarea histórica– la orientación necesaria para avanzar hacia la revolución socialista y la emancipación universal. Pero la clase obrera, para guiarse en esta lucha, está obligada a comprender todas las relaciones sociales, incluso las pasadas. No existe hecho social que no pueda ser examinado desde la perspectiva marxista-leninista. El materialismo dialéctico e histórico, la economía política marxista y el socialismo científico, constituyen una herramienta completa y en perpetuo desarrollo para comprender la realidad social y guiar su transformación revolucionaria.
Las teorías feministas, en su mayoría originadas en las potencias capitalistas, no siguen una línea comunista, ni se desarrollan orgánicamente a partir de la teoría comunista ni están vinculadas a las necesidades de la práctica comunista. Estas teorías han oscilado entre posturas más o menos abiertamente hostiles al comunismo, o han mostrado, en algunas ocasiones, cercanía con este. No obstante, se trata de perspectivas que abarcan desde la crítica pequeñoburguesa de la situación actual –ya sea alineada con posiciones anarquistas o con demócratas radicales; en cualquier caso, una crítica del capitalismo incapaz de superarlo– hasta enfoques socialdemócratas, social-liberales, liberales e incluso imperialistas. Esto no significa que sus estudios carezcan de toda validez. El marxismo-leninismo ha sabido siempre aprovechar las investigaciones provenientes de otras corrientes de pensamiento con el fin de discernir y separar lo que resulta valioso de lo que no lo es, y de asimilar su aspecto verdadero. Sin embargo, esto requiere un dominio profundo de la teoría marxista-leninista en todas sus facetas, así como una lectura crítica y reflexiva de las aportaciones provenientes de otras corrientes de pensamiento.
Mientras que las teorías feministas se multiplicaban en los países capitalistas, en la URSS y en otros países socialistas el marxismo-leninismo ha sido la teoría guía de la construcción socialista, y ha incluido en su abordaje la cuestión de la mujer.
En las potencias imperialistas, la revisión y luego el abandono del marxismo-leninismo por parte del movimiento comunista ha sido una realidad cada vez más evidente a partir de los años 70 del siglo pasado, con raíces inmediatas en los años 50. Esta distorsión y pérdida de la teoría guía en occidente dio lugar a errores acumulados en diversos aspectos, como la concepción del partido, el análisis de la propiedad de la tierra, la organización de la lucha sindical, entre otros. A su vez, implicó un abandono de la teoría marxista-leninista en lo relativo a la opresión y emancipación de la mujer. Debido a ello, las mujeres, dentro y fuera de los partidos comunistas, han tendido a encontrar solo en las teorías feministas una expresión de su opresión específica.
No obstante, al reconocer claramente que nuestra teoría es el marxismo-leninismo y que las teorías feministas no nos muestran el camino hacia la sociedad comunista, entendemos que su intento de impugnar la sociedad actual ha preparado el terreno para el avance del marxismo-leninismo, teoría que encierra la impugnación superadora de la sociedad burguesa. En la profunda crisis del movimiento comunista occidental, y ante la evidencia de que es necesario hacer valer de nuevo el marxismo-leninismo, la actual situación debería conducir, no al eclecticismo, sino a la restitución integral de los fundamentos de nuestra teoría, en toda su amplitud, y a su desarrollo ante la realidad actual. Ello implica, además de tareas de análisis empírico, una relectura crítica de las teorías feministas, que contemple tanto el aprovechamiento de sus verdaderos aportes como la identificación clara de sus deficiencias, incluyendo aquellas ideas que, aunque puedan parecer innovadoras, ya nacieron obsoletas.
Fundamentos del análisis marxista-leninista de la opresión y emancipación de la mujer
Este análisis consiste en la aplicación del materialismo dialéctico e histórico, la economía política marxista y el socialismo científico al estudio del surgimiento de la opresión de la mujer, su perpetuación a través de los modos de producción clasistas, las condiciones particulares que impone la sociedad capitalista para la mujer en general y para la mujer obrera en particular, los vínculos de esta situación con la tarea histórica de la clase obrera, con el partido obrero, con la revolución socialista, con la dictadura del proletariado y con la construcción del socialismo-comunismo, y, por tanto, las condiciones necesarias para su emancipación.
Del análisis de las sociedades comunistas primitivas, el marxismo-leninismo concluye que, si bien existía una división sexual del trabajo, no había opresión hacia la mujer. En aquellas sociedades, todo el trabajo, incluido el de reproducción, se desempeñaba de forma social, colectiva. Por otro lado, bajo el sistema de matrimonio por grupos, únicamente la maternidad era conocida, ya que no se podía determinar con certeza quién era el padre. Por tanto, la descendencia y la pequeña herencia seguían la línea materna.
De ello se deduce que la opresión de la mujer no se explica por cuestiones naturales ni responde de forma unilateral a la división sexual del trabajo. Tiene su raíz en las relaciones socioeconómicas de una determinada época. No ha existido siempre y no existirá siempre.
El materialismo histórico es la ciencia de las leyes más generales que determinan el desarrollo de las sociedades. Esta ciencia concluye que la comprensión de una forma de sociedad parte necesariamente de comprender las relaciones económicas objetivas –independientes de la voluntad de los individuos– que determinado desarrollo de las fuerzas productivas impone. Las fuerzas productivas son el elemento más dinámico y revolucionario de la producción. Su desarrollo prepara los cambios en las relaciones de producción y en toda la sociedad.
La opresión de la mujer comienza cuando el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas –en concreto, el desarrollo de la ganadería y la agricultura– permite el surgimiento del excedente y conduce a la aparición de la propiedad privada. En este contexto, sobre la base de la división sexual del trabajo preexistente, las funciones del hombre adquieren un papel social cada vez más preeminente. El hombre busca establecer la descendencia por línea paterna con el fin de vincular su herencia a sus descendientes, reconociéndolos como parte de su linaje. Esto supuso “la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo”, explicó Engels[3]. La descendencia por línea paterna impone la monogamia a la mujer y conduce a una estructura familiar más restringida. El trabajo de la mujer se va haciendo cada vez más privado, limitado al ámbito de la familia nuclear monogámica.
Por tanto, la monogamia emergió como una forma de dominación del hombre sobre la mujer –lo que no significa que la monogamia tenga siempre este contenido, pues el amor sexual individual moderno se va convirtiendo en su nuevo fundamento, algo que en absoluto sucedía en la Antigüedad ni en buena parte de las sociedades clasistas–. “El hombre empuñó también las riendas en la casa; la mujer se vio degradada, convertida en la servidora, en la esclava de la lujuria del hombre, en un simple instrumento de reproducción”[4]. Este proceso también provoca el origen de la prostitución.
«Esta baja condición de la mujer, que se manifiesta sobre todo entre los griegos de los tiempos heroicos, y más aún en los de los tiempos clásicos, ha sido gradualmente retocada, disimulada y, en ciertos sitios, hasta revestida de formas más suaves, pero no, ni mucho menos, abolida»[5].
Bajo las relaciones de producción capitalistas, se erosionan progresivamente las relaciones patriarcales –basadas en la dependencia de la mujer respecto al padre, marido o hermano–. Comienza a prepararse una nueva posición para la mujer en la sociedad, tal y como expuso Lenin, en un proceso que vemos desplegarse hasta la actualidad:
«[La gran industria maquinizada,] destruyendo el carácter cerrado patriarcal de estas categorías de la población que antes no salían del estrecho círculo de las relaciones domésticas, familiares; atrayéndolas a la participación directa en la producción social, la gran industria maquinizada impulsa adelante su desarrollo, eleva su independencia, es decir, crea unas condiciones de vida que están incomparablemente por encima de la inmovilidad patriarcal de las relaciones precapitalistas […] Es completamente justa la conclusión siguiente del Sr. Jarizoménov: la industria destruye «la dependencia económica en que la mujer se encuentra con respecto a la familia… y con respecto al hombre… En la fábrica ajena, la mujer se iguala al hombre; es la igualdad del proletariado… El capitalismo industrial desempeña un papel notable en la lucha de la mujer por su independencia dentro de la familia». «La industria crea para la mujer una situación nueva y completamente independiente de la familia y del marido»»[6].
No obstante, este proceso se desarrolla según las necesidades de valorización del capital, a costa de la explotación capitalista y bajo la carga de dobles tareas. Por tanto, se da de manera incompleta, surcada por la explotación y bajo la incertidumbre económica.
La relación entre el trabajo asalariado y el trabajo doméstico –factor económico, estructural– no viene provocada porque se infravalore –factor ideológico, superestructural– el indispensable trabajo doméstico. Viene dada por la relación que se establece entre, por un lado, la producción capitalista y, por otro, la organización de la familia individual moderna como unidad económica. No obstante, cuando la mujer ha permanecido confinada en el trabajo doméstico y ha dependido económicamente de su marido, se ha mantenido la base material que ha relegado el trabajo que ella realiza a una menor relevancia social, y que ha provocado la minusvaloración de su propia persona. Esta situación ha constituido históricamente el fundamento de una proletarización de las mujeres trabajadoras más tardía y con salarios más bajos que sus pares hombres, dificultando además su organización política. Asimismo, esta situación ha perpetuado la desigualdad jurídica entre hombres y mujeres, así como la violencia hacia estas últimas.
El materialismo histórico concluye que es el pueblo trabajador el que forja la historia, a menudo comenzando por cambios que parecen imperceptibles pero que preparan una nueva época. Ha sido el avance de la mujer en la producción social lo que ha constituido la base material de las movilizaciones sociales de mujeres de diferentes clases durante los siglos XIX, XX y XXI, así como de las conquistas políticas y las transformaciones ideológicas que a su favor se han producido en el mismo periodo. En este sentido conviene subrayar que una de las más destacadas dirigentes del movimiento proletario comunista femenino fue Clara Zetkin (1857-1933), cuya vida y obra son materia indispensable de estudio.
A medida que las relaciones de producción capitalistas se han desarrollado, y mientras surgían países socialistas en el mundo, la igualdad de derechos se ha ido conquistando en los países capitalistas a través de luchas que han marcado el siglo XX y lo que llevamos del XXI –aunque con décadas de retraso respecto a la URSS–. En este proceso, la desigualdad social entre los sexos se ha reducido. Sin embargo, en ningún caso ha sido abolida la opresión, ni han desaparecido las violencias, discriminaciones y otras penalidades que afectan exclusivamente a las mujeres, o que les afectan en mayor medida o de manera más acusada. Con el capitalismo, y más aún en su fase imperialista, se exacerban fenómenos como la prostitución, la pornografía, la hipersexualización, los vientres de alquiler, entre otros, que recaen principalmente sobre las mujeres trabajadoras y de los pueblos sometidos a las agresiones imperialistas.
La proletarización directa de la mujer, en ruptura con su enclaustramiento privado, la convierte progresivamente en un sujeto más activo de la vida económica, política e ideológica. Por otro lado, su incorporación al trabajo social ha exigido la sustitución de una parte cada vez mayor de su trabajo doméstico privado por mercancías (electrodomésticos, ropa, jabón, pan, alimentos cada vez más listos para comer, etc.). En los últimos 200 años, una parte creciente de productos del trabajo, que anteriormente se elaboraban para el propio consumo, han sido sustituidos por mercancías acabadas o por otras que facilitan el trabajo doméstico. Con ello, la familia como unidad productiva ha perdido volumen de trabajo, y parte de sus antiguas tareas se han reemplazado por los frutos de la producción mercantil. Pero al mismo tiempo, esta sustitución ha obligado a valerse de más mercancías. Ello ha elevado la carestía de la vida, sin que haya desaparecido la precariedad laboral, inherente al capitalismo.
Únicamente la revolución socialista puede sentar las bases para resolver todas estas contradicciones abiertas por el capitalismo e irresueltas. Esta conclusión práctica no es solo una expectativa para el futuro, sino una realidad ya constatada por los países socialistas. Solo bajo el socialismo-comunismo es posible construir una sociedad de bienestar general, en la que las tareas de reproducción sean sociales, se dé paso a una situación de prosperidad material y cultural generalizada, con una educación de calidad, elevada moralidad y la erradicación de las violencias. En una sociedad así, las relaciones sexuales estarían únicamente guiadas por el respeto mutuo, el aprecio y el deseo compartido. En definitiva: sólo el comunismo salva al pueblo.
Por tanto, la tarea comunista consiste en integrar a la mujer obrera en la lucha por el comunismo, fomentando su participación general en los sindicatos y otras organizaciones obreras, así como su incorporación al sector de vanguardia en el partido. Es necesario transmitirle la conciencia comunista; una conciencia que no emerge de manera espontánea en la lucha, pero cuya veracidad se confirma en el intento práctico de transformar el mundo.
El éxito asegurado de todas estas tareas viene preparado por el desarrollo del capitalismo.
Esbozo de la situación actual de la mujer en España desde el marxismo-leninismo
La incorporación progresiva de mujeres a la producción social bajo el capitalismo es un proceso que ha tenido lugar durante más de dos siglos –si atendemos a Inglaterra– y que continúa sin haberse completado. Como consecuencia, las transformaciones asociadas a esta dinámica siguen desarrollándose.
España, al ser un país con un capitalismo relativamente atrasado en comparación con otros vecinos europeos, ocupa una posición rezagada en cuanto al porcentaje de mujeres que participan en el mercado laboral. Está a la cola junto con Grecia, Italia, Malta, Croacia y Rumanía. No obstante, dada la tendencia inevitable bajo el capitalismo que ya hemos visto, cada década en España un mayor porcentaje de mujeres se incorpora a la producción social. En este sentido, de 2007 a 2024, las mujeres ocupadas han aumentado en 2 millones. En el último año, por primera vez se ha superado la cifra de 10 millones de mujeres ocupadas en España. La cantidad total de asalariados hombres y mujeres de 2002 a 2024 arroja la siguiente gráfica, en la que las mujeres recortan posiciones:

Como contraparte, “entre 1978 y 1998, la proporción de mujeres adultas que se dedicaba a tiempo completo al trabajo doméstico y de cuidados se redujo del 54,1% al 32,1%”. Para 2012, era el 18%[8].
Como se puede ver en la siguiente tabla, de 2006 a 2023 el número total de mujeres que en España figuran inactivas por dedicarse a las labores del hogar ha continuado disminuyendo. Ha pasado de casi 4,5 millones a 2,97 millones, cayendo hasta el 66%. En el mismo periodo, los hombres en esta situación han pasado de 240.000 a casi 448.000, aumentando hasta el 186%. Si estos representaban antes el 5% del total, ahora suponen el 13%; una minoría, pero en ascenso incluso dentro de un colectivo que va encogiéndose.

Además, el colectivo de mujeres en esta situación ha envejecido. Su contingente principal, de 70 años o más, ha aumentado en términos absolutos de 2006 a 2023, y ha pasado de ser el 14% a convertirse en el 27%. El grupo entre 65 y 69 se ha mantenido en términos absolutos, mientras que los demás grupos de edad han disminuido. Como resultado, en 2006 el 34% de estas mujeres tenía 60 años o más, mientras que en 2023 el 53% estaba en ese rango.
La tendencia es la misma, aunque con un punto de partida aún más atrasado, en cuanto al número de personas que figuran como inactivas por “cuidar niños o adultos enfermos, discapacitados o mayores”. En 2005 el 97,9% de las personas en esta situación eran mujeres. En 2023 han sido el 90,2%. Los hombres aquí encuadrados se han triplicado de 2005 a 2023, mientras el volumen total de personas ha pasado a ser un 24% menor[10].
Múltiples datos muestran la misma propensión. Las excedencias para cuidar de hijas/os eran tomadas, en el 2005, en un 96,7% por mujeres, mientras que en 2022, lo eran el 88%. En el mismo periodo, las excedencias para cuidar de familiares han pasado de recaer en un 84,4% en mujeres a hacerlo en un 76,6%[11].
Todas estas situaciones muestran que la tendencia a la equiparación, a pesar de la distancia aún existente, es un fenómeno social irresistible, que por tanto exige ser encauzado conscientemente.
La proletarización directa de la mujer y la mercantilización parcial de las tareas domésticas provocan otras transformaciones subsecuentes y verificables. En 1993, las mujeres empleaban dos horas y media menos que los hombres en el trabajo fuera del hogar y en los estudios, y cinco horas y media más en las tareas domésticas[12]. Diez años más tarde, en 2002-2003, dedicaban dos horas diarias menos que los hombres a “trabajo y estudios” y tres horas diarias más a “hogar y familia”[13]. A finales de la década, en 2009-2010, ellas dedicaban al “trabajo remunerado” una hora y diez menos al día que ellos, empleaban ambos el mismo tiempo para el estudio y ellas dedicaban dos horas y cuarto más a “hogar y familia”[14]. Por tanto, en menos de dos décadas, las diferencias se han reducido a la mitad. Y en todos los casos, cuanto más jóvenes las parejas, menor era la brecha en el reparto de las tareas domésticas[15].
En la actualidad, la brecha es de dos horas o menos. Las causas generales que provocan esta tendencia siguen actuando y van a continuar haciéndolo. Además, el teletrabajo propicia una mayor profundización a disminuir la brecha[16].
Pero los cambios parciales en la base material de la existencia de las mujeres en España arrojan una situación que no está exenta de desafíos. La carestía de la vida y la incertidumbre laboral y económica, con una notable prevalencia de trabajos temporales, hacen que este proceso sea, no una forma organizada y armónica de reestructurar la familia y la vida social, sino un resultado forzado por la necesidad y la desesperación. Se precisa, a toda costa, reducir las horas dedicadas a las tareas domésticas, que se han convertido en un problema de primer orden. El trabajo doméstico representa una carga para la mujer obrera, un sujeto que, habiendo avanzado en el trabajo social, no puede sostener simultáneamente las condiciones del pasado: impulsa de manera imparable y generación tras generación la necesidad de un nuevo reparto de las responsabilidades. A lo largo de este proceso, que aún continúa, se ha ido sacudiendo los roles envejecidos y las ideas caducas sobre su papel en la familia y la sociedad, y ha conquistado importantes avances jurídicos.
Al mismo tiempo, como obrera por trabajo propio, se enfrenta directamente al capital. Sostenerse con un salario es imposible, la emancipación se retrasa, la maternidad y la paternidad también. En seguida se comprueba que son necesarios salarios más altos, una menor jornada laboral y mayores servicios públicos que aseguren los cuidados y la crianza. Va creciendo la organización sindical y política de las mujeres obreras. De 1995 a 2012 aumentó la afiliación sindical general de CCOO, UGT y USO. En el marco de ese crecimiento general, las mujeres pasaron de ser menos del 25% a más del 36%[17]. Este porcentaje ha seguido aumentando hasta situarse en torno al 45% en la actualidad.
El movimiento feminista surge como consecuencia de estas modificaciones parciales de la posición de la mujer en la producción social. Busca desbrozar los vestigios de lo antiguo que aún persisten, señalar lo caduco, amparar a las víctimas de la violencia y culminar las transformaciones ya iniciadas. Sin embargo, no cuenta con una línea revolucionaria, ni puede desarrollar una. Está compuesto por diversas posiciones reformistas de distintas sensibilidades, que presentan tanto puntos de acuerdo como de fuerte discrepancia. Su apelación al anticapitalismo no tiene una traducción práctica efectiva, pero es una señal de la decadencia del capitalismo, y en concreto, de la desafección de las masas respecto al mismo y de la necesidad de la línea comunista.
Frente a la enorme movilización femenina que esta situación objetiva ha provocado recientemente, la debilidad teórica y práctica de las organizaciones comunistas[18], acumulada a lo largo de varias décadas, ha dificultado que el fenómeno cobre un rumbo comunista. La solución a este problema es el fortalecimiento teórico y práctico del proyecto comunista.
La maduración del capitalismo en España allana las condiciones necesarias para evidenciar que la conciliación solo puede ser un aspecto de la emancipación universal, ya que la vida depende del capital y se ve lanzada al vacío con cada crisis recurrente. Además, la tendencia socioeconómica a equiparar a las mujeres y hombres de la clase obrera, aprieta objetiva y subjetivamente las filas del conjunto de la clase.
Las condiciones son propicias para mostrar que las mujeres deben seguir avanzando en la producción social y en sus derechos como trabajadoras, que las tareas domésticas deben convertirse crecientemente en producción social y que los servicios públicos deben ampliarse. Las crecientes contradicciones permiten evidenciar que algunas de estas reformas pueden y deben ser arrancadas a la burguesía, pero también que es necesario ir más allá: que la clase obrera debe tomar el poder y poner su trabajo a su propio servicio. Por tanto, que el horizonte práctico de emancipación es el comunismo, y no meramente el abstracto “anticapitalismo”.
Los sectores más avanzados de la clase obrera, hombres y mujeres, comprenderán, sin lugar a dudas, que la herramienta teórica para la emancipación de la mujer, tanto en su rol como obrera como en sus especificidades, es el marxismo-leninismo. Y que la organización más elevada a la que incorporarse, y que fortalecer, es el partido de vanguardia de la clase obrera.
Precisamente a esta necesidad histórica, irrefrenable, nos debemos como comunistas; a conseguir la unidad más rápida y profunda posible entre las leyes objetivas del desarrollo histórico y la iniciativa subjetiva obrera y popular.
[1] Acceso a la lista de reproducción de las sesiones del seminario: https://www.youtube.com/playlist?list=PLfLPvFjUFfZlp86G8kaQfwVIwT23upPYC
[2] Acceso al programa del seminario: https://drive.google.com/file/d/1rlosRXjz7i3TPKsl5IXMTyZMGZTybQtJ/view?usp=drive_link
[3] Engels, “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”.
https://drive.google.com/file/d/1ZWhUpjkN2sD4IDX4sdBZb_j4RNc2Wfnz/view?usp=drive_link
[4] Engels, “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”.
https://drive.google.com/file/d/1ZWhUpjkN2sD4IDX4sdBZb_j4RNc2Wfnz/view?usp=drive_link
[5] Engels, “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”.
https://drive.google.com/file/d/1ZWhUpjkN2sD4IDX4sdBZb_j4RNc2Wfnz/view?usp=drive_link
[6] Lenin, “El desarrollo del capitalismo en Rusia”.
https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1899/desarrollo/doc/8-capitulo-vii.doc
[7] Encuesta de Población Activa. Inactivos por clase principal de inactividad, sexo y grupo de edad. https://www.ine.es/jaxiT3/Tabla.htm?t=65323&L=0
[8] Josep Lobera Serrano y Cristina García Sainz, “Identidad, significado y medición de las amas de casa”, Quaderns de Psicologia, 2014, Vol. 16, No 1, 213-226. https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5036120.pdf
[9] Encuesta de Población Activa. Inactivos por clase principal de inactividad, sexo y grupo de edad. https://www.ine.es/jaxiT3/Tabla.htm?t=66013&L=0
[10] Inactivos por grupo de edad, sexo y motivo de no buscar empleo de 2005 a 2013:
https://www.ine.es/jaxiT3/Tabla.htm?t=5641&L=0
Inactivos por grupo de edad, sexo y motivo de no buscar empleo de 2021 a 2023:
https://www.ine.es/jaxiT3/Tabla.htm?t=4163&L=0
[11] Mujeres en cifras (1983-2023), pp. 42-43:
https://www.inmujeres.gob.es/MujerCifras/Informes/Docs/Mujeresencifras_1983_2023.pdf
[12] Mujeres en cifras (1983-2023), p. 39:
https://www.inmujeres.gob.es/MujerCifras/Informes/Docs/Mujeresencifras_1983_2023.pdf
[13] Encuesta de empleo del tiempo 2002-2003. Avance de resultados. INE, 2003:
https://www.ine.es/prensa/np290.pdf
[14] Otras facetas de la Encuesta de Empleo del Tiempo 2009-2010. INE, 2013, p. 30:
https://www.ine.es/GS_FILES/DocTrabajo/art_doctr012014.pdf
[15] La menor brecha entre parejas jóvenes es común a todos los estudios, así como la reducción de la brecha con el paso de los años. Esta otra publicación analiza los cambios de 2001 a 2006: Miguel de la Fuente Sánchez (dir.), 2007, Usos del tiempo, estereotipos, valores y actitudes, Instituto de la Mujer.
https://www.inmujeres.gob.es/areasTematicas/estudios/serieEstudios/docs/usosdelTiempo.pdf
[16] “Los hogares en los que encontramos los repartos más igualitarios son aquellos en los que los dos miembros de la pareja teletrabajan, seguidos de los casos en los que uno no trabaja y el otro teletrabaja”. Informe España 2022, p. 282.
https://blogs.comillas.edu/informeespana/wp-content/uploads/sites/93/2022/11/Informe_Espana_2022_Capitulo_3.pdf
[17] Afiliación a los sindicatos UGT, CCOO y USO.
https://www.inmujeres.gob.es/MujerCifras/PoderDecisiones/PartidosPoliticosSindicatos.htm
[18] Según la organización, la debilidad puede ser más profunda en el plano teórico o en el práctico. En cualquier caso, en su conjunto, entendidas todas las organizaciones como “movimiento comunista”, su peso en la lucha social en general es débil.
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