Empecemos con algunas afirmaciones, de un ministro de educación extranjero de hace unas décadas, que podrían ser suscritas por buena parte de los defensores de la actual legislación educativa española y que están situados ideológicamente en algún lugar de la izquierda: Hay que huir de los sistemas educativos que “intentan hallar la base para la educación en el pasado en lugar de buscarla en el futuro”. “Acción y solo acción, no indolente glorificación del pasado, es el meollo de la educación”. “La finalidad de la educación no es la cultura; no es la libertad espiritual; no es la emancipación de la mente. La educación es una preparación para la vida”. “Toda cultura auténtica[…] surge de una vida activa”. “La escuela debe seguir siempre a la vida, no tratar nunca de señalar el camino a la vida. La vida precede a la escuela”. “Unos cuantos conocimientos extensos, una cultura amplia en diversos aspectos del saber, embota los sentidos; […] el excesivo saber enciclopédico fatiga la mente, paraliza la voluntad […] y la capacidad de tomar decisiones”. Compárese, por ejemplo, esto último, con las declaraciones de la ministra Celaá cuando se tramitaba la LOMLOE y defendiendo su planteamiento “menos memorístico y más competencial, con menos saberes enciclopédicos y más saber hacer”.
Para mucha gente, este sería un planteamiento netamente progresista. Sin embargo, nos encontramos ante un problema bastante más complejo de lo que podría parecer. Quizá resulte inquietante saber que las declaraciones iniciales son de Bernhardt Rust, ministro de educación del Reich, plasmadas en un manual para docentes encaminado a establecer el modelo educativo que más convenía al gobierno nazi. Unos años antes, en Italia la reforma educativa de Gentile, con un planteamiento similar, era calificada por el propio Mussolini como “la más fascista de todas las reformas de mi gobierno”. ¿Cómo es posible que un mismo planteamiento educativo pueda ser considerado expresión de progresismo educativo de lo más izquierdista y, a la vez, encaje perfectamente con las pretensiones del fascismo y el nacional-socialismo? Es algo que merece ser discutido públicamente y con detenimiento. Pero, desgraciadamente, tal discusión parece hoy imposible. Dado que los roles ideológicos asignados en el campo educativo con gran despliegue mediático y la creciente polarización social hacen que cualquier intento de poner el problema encima de la mesa sea inmediatamente anulado bajo la acusación de ser reaccionario, rojipardo, etc.Y, no obstante, se trata de un debate imprescindible y lo es más todavía para aquellos que quieran pensar la educación desde el punto de vista de la tradición marxista. En este campo, la obra de Gramsci y sus reflexiones educativas en busca de la conquista de la hegemonía por parte de las clases trabajadoras puede ser de gran ayuda, empezando con sus críticas a la reforma de Gentile, que, 100 años después, son de una actualidad pasmosa. Y más todavía si tomamos en consideración que las últimas reformas educativas, aunque vestidas con ropajes progresistas, siguen al pie de la letra las recomendaciones de organismos internacionales como la OCDE o el Foro Económico Mundial, claramente alineados con los intereses del capital.
El problema es pensar qué ha sucedido para que lo que educativamente convenía al fascismo y conviene ahora al capital financiero (coincidencia esta nada sorprendente, por otro lado) sea defendido por las formaciones políticas de izquierdas o presuntamente de izquierdas, mientras que posturas cercanas a las ideas educativas de un gran teórico marxista como Gramsci se consideren como una expresión de la reacción. En pensar detenidamente este problema podrían encontrarse, a mi juicio, no pocas claves para entender el auge actual de la extrema derecha en el mundo y la facilidad con la que están atrayendo especialmente a la población más joven, así como la actual desorientación de buena parte de la izquierda.
David Harvey acuñó el concepto de “acumulación por desposesión” para caracterizar la forma de acumulación capitalista propia de una economía financiarizada. Bien podría aplicarse al ámbito de la educación y la transmisión de conocimiento: para los hijos de las clases trabajadoras competencias y saber hacer, para las clases dirigentes conocimientos y base cultural sólida. De esta forma, en la época de la escolarización universal, se priva de conocimientos y, por tanto, de capacidad crítica, a aquellos que están destinados a ganarse la vida saltando de trabajo precario en trabajo precario. Mientras, el saber que hace posible el mantenimiento de la hegemonía ideológica y el sometimiento de los subalternos se acumula en las clases altas. En realidad esto es lo que siempre ha pretendido, y ha hecho hasta donde ha podido, la clase dominante. Lo sorprendente es que ahora lo apoyan, con mil disfraces retóricos, los que se supone que debían denunciarlo, y no me refiero precisamente al PSOE…