Evangelina Sobreseo Galanes, que se dio a conocer ante el gran público con el nombre artístico de Cecilia, en homenaje a un tema de Saimon y Garfunkel , fue una cantautora española nacida en Madrid en 1948, fallecida en 1976.
Comenzó su carrera musical en la década de 1960, interpretando canciones de otros autores en locales de Madrid. En 1970, grabó su primer disco, «Cecilia», que incluía canciones como «Dama, dama» y «Fui».
En 1972, lanzó su segundo álbum, «Cecilia 2», que incluía su canción más conocida; «Un ramito de violetas». Esta canción se convirtió en un éxito en España y América.
En 1973, Cecilia lanzó su tercer y último álbum, «Cecilia 3», que incluía canciones como «Mi querida España» y «Nada de nada». Tras la publicación de este disco, Cecilia se retiró temporalmente de la música.
Tristemente, falleció en un accidente de tráfico en 1976, a los 27 años de edad. A pesar de su corta carrera, su música y su legado han perdurado en el tiempo.
La canción «Un ramito de violetas» es un clásico de la música popular española. Este tema se encuentra entre las canciones más escuchadas de la década de los setenta. Si nos ceñimos al género romántico, pasaría al número uno. E incluso aguantaría dignamente, una posición en el top 10 entre las canciones españolas más reproducidas y versionadas en las cinco últimas décadas, medio siglo de historia, pero eso sí, muy importante, imprescindible, para que esto sea así, debemos seguir considerándola como una canción de amor.
“Era feliz en su matrimonio, aunque su marido era el mismo demonio.”
Bastaría con analizar la primera frase para poder llegar a la conclusión que pretendo alcanzar con el presente texto. Opino que la canción Ha sido totalmente descontextualizada durante más de cincuenta años y mira que Cecilia lo escribió claro, cristalino diría yo. Quedaban tres años para que el dictador Francisco Franco falleciese. Así que, los divulgadores musicales lo tenían muy complicado. Por otro lado, España todavía dormía inmersa en un sueño nacional-catolicísta que duraba ya treinta y tres años y que al igual que el inducido por el cloroformo, este, es antinatural y tiene efectos secundarios.
La canción no se ha podido desquitar a día de hoy de esa pátina romanticona, que muestra un matrimonio perfecto a la Española, eso sí.
Fulanito era un maltratador de manual los 365 días del año, pero en algunas de estas jornadas, era tan tan indulgente con Menganita, su esposa, que le escribía versos, (vete tú a saber de dónde los copiaba), le mandaba todo tipo de flores y cada nueve de noviembre, el puñetero ramito de violetas. Fulanito permitía soñar a Menganita de vez en cuando con un admirador, he dicho admirador, no amante.
La enajenación del pueblo español era tal que aquello, se interpretaba como un gesto de generosidad amorosa. El varón, maltrataba a su pareja femenina o en el mejor de los casos, no la trataba. Todo se perdonaba con buscarle un adulador prefabricado, virtual. Fíjense en el mensaje, “bueno, tras muchos años de largo y aburrido matrimonio, como soy un adusto señor, te concedo que tengas un admirador, eso sí, el que yo diga.”
Las consecuencias en el hipotético caso de que el admirador, no digamos ya amante, se lo hubiese proporcionado Menganita por sus propios medios, hubiesen sido muy predecibles, feminicidio seguro.
“Era feliz en su matrimonio, aunque su marido era el mismo demonio.”
En el franquismo la mujer estaba sometida al varón no solo por tradición sino por ley. Menganita ocupaba el lugar en el mundo que Dios, el Caudillo, la Santa Madre Iglesia (y muy probablemente su padre y madre), le habían encomendado. Por tanto, sentirse autorrealizada en una situación así, era lo normal. Igual que el pájaro que no escapa de la jaula porque no sabe si podrá encontrar comida fuera de ella o como el esclavo que desea estar con su dueño para siempre porque tiene miedo a caer en las manos de otro amo que le resulte desconocido.
“Era feliz en su matrimonio, aunque su marido era el mismo demonio.”
Quizá algún hater me pregunte y con razón, qué quien soy yo para interpretar una ficción creada por otra autora, pero es que no estoy haciendo eso. Todo lo contrario. Afirmo que la frase inicial de la canción es cierta, acertada y verdadera. Menganita era feliz, pero precisamente por eso, soy crítico con ello y condeno a lo más profundo del averno a los ideólogos de aquellos tiempos.
La canción es preciosa porque narra la realidad de una época, lo terrible fue que la sociedad de entonces, no pudo atisbar mínimamente su trasfondo. Aunque no hay mal que por bien no venga, quizá a algún censor casposo e idiotizado, se le escapó alguna lagrimita, al ver lo buen marido que era Fulanito y que gran esposa que fue doña Menganita. De este modo la canción pasó la prueba de “La Anastasia”, siendo publicada en tiempo y forma.
“Ella es feliz, así de cualquier modo.”
Pilar Primo de Rivera, quien fue nombrada por el régimen franquista Coach oficial para el sexo femenino, sostenía que, “Entre otras virtudes, la sumisión al varón debería ser la primera.” Quizá por eso la líder falangista jamás se quiso casar. La Marquesa de la Mota, murió soltera a los ochenta y cuatro años en su Madrid natal, pero eso es otra historia.
En 1973, un año más tarde “del ramito”, Cecilia publicó el tema “Nada de nada”.
Igual algún romanticón se hizo ilusiones al leer el título, hasta que Evangelina entonó:
“… una mano sin dueño… Nada de nadie.” ¿Queda claro?
Emilio Ortiz es historiador y novelista.
